lunes, 30 de julio de 2012

UNA IMAGEN CLARA DEL EGOÍSMO MODERNO. Cambio climático.


Una imagen vale más que mil palabras. Y la modernidad se ha encargado de pintar en la retina de la Humanidad múltiples imágenes imborrables de la desgracia de sus avances, de las miserias de sus infidelidades, de las traiciones de sus comandantes. De la atrocidad de sus negociaciones y de la impunidad de sus acciones. Desde el Guernica de Picasso hasta la muralla china, desde la desidia del nazismo hasta la brutalidad del mayor radicalismo extremo que derribo dos torres en pleno centro.
Pero todos ellos no llegan a ejemplificar el egoísmo letal que la Modernidad representa. Porque son partes, separadas de una totalidad inanimada y anónima que se encarga de secar los ríos, consumir los mares, destruir el aire y barrer con las selvas. La imagen que deja secuelas y una herida profunda en la conciencia hoy la representan esos animales masacrados a palos por las manos ensangrentadas del hombre que sólo quiere sus pieles. Y destruye su humanidad por unos pesos más.
El egoísmo pinta de sangre ajena los cuadros que, luego, cuelga en sus placares. O se sirve los manjares prohibidos por el aviso de una extinción y próxima desaparición de esa especie. Hemos hecho desaparecer razas y especies que jamás volveremos a ver. Estamos barriendo con el mundo. Por lo absurdo de querer siempre más.
Nada nos va a alcanzar. El egoísmo moderno ya no tiene frenos. No se alimenta, devora. No se despierta la conciencia, se atonta. La sensibilidad se acuesta a dormir con la primera moneda de cambio, duele tanto que ya no se sienten sus gritos ni sus llantos. El egoísmo se está vaciando, el psiquismo no da abasto para poder echar mano de todo lo que está sucediendo. El tiempo, un reloj sin mano. Agujas clavándose en la vida diurna y nocturna.
Salidas, luces. Gasto de energía. Despilfarro innecesario y la miseria caminando junto a los ostentosos autos. Carboneando la abundancia de una diferencia cada día más despareja. De una equidad que se olvida de la mitad del mundo. De los niños educados en las calles, armados para pelear contra el futuro que se los ha olvidado. Las mujeres luchando por unos derechos, cuando ya nadie respeta ni a la dignidad de la maternidad, pariendo a mansalva o abortando la crianza.
La modernidad nos ha alejado de la realidad. Nos ha engañado cruelmente y nos ha plantado una trampa letal. Cada vez son más los que menos tienen. Cada vez son menos los que son honestos. Un sistema perverso que se ha alimentado del desierto para seguir secando el suelo y derritiendo los hielos que equilibraban el cielo.
El sol cada vez más viejo, parece haberse revitalizado y encendido. Fue el hombre su propio enemigo. Es el presente el adversario del futuro, pretendiendo seguir sobreviviendo deteniendo al tiempo, para que las cosas nunca lleguen.
La modernidad ya pintó sus cuadros. Y la postmodernidad ya los ha vendido al peor postor. Ya no quedan lienzos en blanco. Y un planeta lamentando las heridas abiertas por el hombre deshumanizado.
Estamos a tiempo de reaccionar. O nos dejamos llevar hasta la línea final de esta historia que no va a terminar nada bien.
No estamos de pie. Nos han arrodillado con el engaño. Y nos han ultrajado la inteligencia que podríamos haber desarrollado si la historia que nos han contado, hubiera sido la verdadera.
Algunos pocos han pintado con la sangre de la humanidad este suelo universal, al que llamamos hogar.
¿Los dejaremos seguir con la matanza?

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