lunes, 30 de julio de 2012

UN VIAJE. UNA MIRADA. VOS.


Algunos viajes son irrecuperables, algunos viajeros saben llegar muy lejos, cuando saben a donde quieren ir. En algunas miradas uno encuentra un alma, en algunas sonrisas uno sabe que hay vida.

Que buen viaje parece que esta haciendo. Se le nota en la mirada. Y eso que el sol apena se asoma. Un reflejo, que explora, tímidamente la luz incandescente de esa alma viva.
Los Indios dicen que las fotos capturan el alma. En esta oportunidad es tal cual. La foto la captura, secuestra ese instante en que la mirada viaja.
Más allá de la cámara. Más acá del espectador. Capturado, como seguro los indios se lo han imaginado. Atrapado en ese instante tantas veces recuperable, como envidiado. Se la ve brillando, con una calma presente y una presencia sonriente, sin risas ni carcajadas. Porque el alma en calma no necesita de más.
A ella le gusta filosofar, a ella le gustan tantas cosas. Pero si ustedes se la pudieran imaginar, sentirían con mucha facilidad el glamour que ella reviste. Una presencia que se viste en una piel impecable. Un vestido soñable, para un alma que necesita de abrigos. Quisiera escribirlo, poder poner en palabras la magestuosidad de su calma, en ese instante capturado.
Ella es una reina. Ya todos lo sabemos. Pero no tiene nada de la frialdad inglesa, ni de la tonada española. Tiene la elegancia de las damas francesas y la cultura de la buena champagna. Burbujas en su mirada. Y una sonrisa esbozada que deja mucho sin decir. Y tanto para imaginar.
Quien pudiera recuperar los dichos de aquellos Indios, para poder capturar por un instante, no más, a esa alma en semejante estado. Sólo un instante, porque más sería imperdonable. Esa alma debe volar, dentro del vestido de su dueña. Retenerla sería una maldad.
Es un cristal a punto de ser pulido. Un diamante cerca de cumplir su destino. Una dama que viaja en su mirada, a tantos lugares, con tanta calma. Una mujer que en esa mirada sabe leer las claves de saber como vivir intensamente.
Ella es así. Es intensidad. Es monumental. Es y no cabe duda. Pero cuando la calma se acumula, esa inmensidad se convierte en paz, en quietud. En un océano de abrazos. Por eso la quieren tanto. Por eso son tantos los que la adoran.
Lo que más me asombra, es que sólo la veo en fotos.
Dedicado a Carolain lain lain: que apenas conozco y ya me llena de envidia la paz que vivía en esa foto.
Como te gusta el filosofar, ahí va un pequeño regalo, prometido.

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