Algunos viajes son irrecuperables, algunos
viajeros saben llegar muy lejos, cuando saben a donde quieren ir. En algunas
miradas uno encuentra un alma, en algunas sonrisas uno sabe que hay vida.
Que buen viaje parece que esta haciendo. Se le
nota en la mirada. Y eso que el sol apena se asoma. Un reflejo, que explora,
tímidamente la luz incandescente de esa alma viva.
Los Indios dicen que las fotos capturan el
alma. En esta oportunidad es tal cual. La foto la captura, secuestra ese instante
en que la mirada viaja.
Más allá de la cámara. Más acá del espectador.
Capturado, como seguro los indios se lo han imaginado. Atrapado en ese instante
tantas veces recuperable, como envidiado. Se la ve brillando, con una calma
presente y una presencia sonriente, sin risas ni carcajadas. Porque el alma en
calma no necesita de más.
A ella le gusta filosofar, a ella le gustan
tantas cosas. Pero si ustedes se la pudieran imaginar, sentirían con mucha
facilidad el glamour que ella reviste. Una presencia que se viste en una piel
impecable. Un vestido soñable, para un alma que necesita de abrigos. Quisiera
escribirlo, poder poner en palabras la magestuosidad de su calma, en ese
instante capturado.
Ella es una reina. Ya todos lo sabemos. Pero
no tiene nada de la frialdad inglesa, ni de la tonada española. Tiene la
elegancia de las damas francesas y la cultura de la buena champagna. Burbujas
en su mirada. Y una sonrisa esbozada que deja mucho sin decir. Y tanto para
imaginar.
Quien pudiera recuperar los dichos de aquellos
Indios, para poder capturar por un instante, no más, a esa alma en semejante
estado. Sólo un instante, porque más sería imperdonable. Esa alma debe volar,
dentro del vestido de su dueña. Retenerla sería una maldad.
Es un cristal a punto de ser pulido. Un
diamante cerca de cumplir su destino. Una dama que viaja en su mirada, a tantos
lugares, con tanta calma. Una mujer que en esa mirada sabe leer las claves de
saber como vivir intensamente.
Ella es así. Es intensidad. Es monumental. Es
y no cabe duda. Pero cuando la calma se acumula, esa inmensidad se convierte en
paz, en quietud. En un océano de abrazos. Por eso la quieren tanto. Por eso son
tantos los que la adoran.
Lo que más me asombra, es que sólo la veo en
fotos.
Dedicado a Carolain lain lain: que apenas
conozco y ya me llena de envidia la paz que vivía en esa foto.
Como te gusta el filosofar, ahí va un pequeño
regalo, prometido.
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