lunes, 30 de julio de 2012

OJALÁ. Desde Octubre hasta Miramar.


Desde las páginas de un libro, para nada ligero, las tapas duras me hablan de una vida blanda. Arqueado sobre su propia espalda, sus palabras viajan desde el viejo continente. Un mensaje tan sonriente, como su último abrazo de despedida.
Letras que no pueden arrancarle las medias a su voz. Palabras dichas desde su corazón, arropado en el almidón de su arrugada historia. Tiempos de derrotas que no le arruinan las botas a sus recuerdos. Mirar hacia adentro y ver que la avenida sigue siendo nuestro sendero.
La caminata de un encuentro que nos ha llevado más años que a mi adolescencia madurar. Imagenes que no se las pudo llevar el viento, sensaciones que me mintieron durante tanto tiempo. Y supieron esperar. Un "adiós" que no fue un "hasta luego", ni un "hasta pronto". Que parecía llevarse toda la vida, y sólo nos llevó hasta el muelle.
Donde los pescadores arrojaron sus anzuelos y nosotros quedamos atrapados en el tiempo. Pudimos quitarle a la distancia su carnada de tiburón y dejarla con las ganas ancladas en el pilote viejo y cansado de tanta ola golpeando.
Algo de aquel Miramar quedó intacto. Algo de este "ojalá" está esperando. Todo lo que un mundo pueda estar especulando, se lo lleva un rato con vos. Una noche de encuentros tan ansiados, de viejos rejuveneciendo y de historias saliendo a la luz. Sin dejar su cruz, sin morir clavado.
Siendo resucitado a los tres minutos de haberte abrazado.
Y ver que todo ha comenzado, despúes de un Miramar que nos vió llegar y nos dejó partir. Y este "ojalá" que hoy me recomendas encontrar en las palabras escritas de un libro que vive en ambas orillas.
Una realidad que quizo esperar para ser. Que supo entender que las vueltas se debían dar para saber disfrutar la plenitud de una llegada. De esas ganas atrapadas en las encrucijadas del tiempo insolente. Y muy inconveniente. Una fantasía que me deja llevarte hasta la esquina del borde de mi mundo, esperando ser tu último romántico. Mientras vos insistías en bajarme a la tierra de las realidades opuestas. Donde las soledades ni siquiera se comparten. Y las ganas se quejan cansadas de la rutina que no quiere dejar de ser la misma aburrida vieja hormiga de siempre.
Quiero avisarte que este libro te representa tanto como aquella canción que besaron mis oídos aquella noche donde todo volvió a empezar. Sin más allá, y tanto más por acá.
Aquel taxista de la vida no entendía la sonrisa que pintaba el viento entre mis mejillas. Ni la agitación de los brillos de mis ojos lagrimeando una despedida que jamás llegaría. Y el cantor que encendía las palabras de una llama en el centro de mi alma. Un abrigo que tejiste sin aviso. Un mojito que no supo disfrutar la sabia naturaleza de tus labios. Y mis torpezas que no podían caminar después del segundo daikiri en esa pequeñisima mesita que separaba nuestros enormes planetas.
Un "ojalá" que sabe madurar. Que nos viene trayendo desde algún octubre hasta este nuevo Miramar que hemos compartido en esos minutos de caminar por la costa.
Un recorrido que he repetido durante todos estos años. Y ahora sé que no fui el único.
Un "ojalá" que ya ha nacido.

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