lunes, 30 de julio de 2012
LA ESCLAVITUD DE LOS SUGUS. UNA TIRANÍA MASTICABLE.
Algo está sucediendo en los confines de González Catán. Un efecto inesperable de un cambio sustancial. Los sugus se están rebelando a la autoridad de la dueña del local. Que abrió hace poco.
Al frente del mando están los sugus de menta. Rebeldes en puerta, esperando que la perciana se abra. Que la dueña de la cara, aunque esté muy dormida. Detrás, los de naranja con sus chalecos de policía cuidando la retaguardia. Junto a los de limón, que con su esplendor nunca se destacaron del montón.
La junta directiva se replantea las horas de la siesta que ya nadie puede dormir. El tiempo es un ardil instrumento de la Humanidad para poder arruinarle la vida a los confites. Los chicles en su tira esperan para la huida, son los más masticables. Los de chocolate saben que la ira del sol, en una tarde de calor puede llegar a ser su condena.
Mientras, las tarjetas de celular esperan una llamada de emergencia para que alguien les saque esa tira que las aprieta a unas con las otras. En ese plastico emboltorio, difícil de abrir, molesto y patinoso. Una caja de cristal un tanto particular, para morir luego de ser raspada. Una vida desechada al entregar la clave, numérica.
Y los atados. Son la perdición de esa dama de calor y fuego en la mirada. Una desgracia hecha paradoja, a la más bella de la zona no le gustan los dulces y a su venta se dedica. Una desdicha o una gran ventaja, ella no se queja porque adelgaza las penas y canaliza por otro lado sus angustias. Era obvio, le gusta lo salado, lo que le da gusto a la vida.
No podría ser de otra manera. En ese lugar los atados están desatados y la niña, rica de vida y virtudes, chatea mientras de tanto en tanto se conecta.
Los soldados de alquitrán se enfilan para estar a la orden del aumento. Un costo según el precio, un vicio que desalinea. En esta parte de la rebelión, son parte del montón de tiranía que pronto hará justicia.
La esclavitud de los sugus. La tiranía que se avecina. Mientras los tic tac marcan la hora a su compás. Y las bebidas intentan enfriar la guerra que se avecina, entre los que están en el mostrador principal, y los de la otra fila, las de las galletitas. Esas vecinas antipáticas y estiradas que se las tiran de ser más caras, y no venderse por unidad.
Un diálogo que está más lejos de la realidad que la belleza de esa mujer vestida con sus pies a la deriva, sus pelos al viento y esa mirada que jamás se olvida. En esa voz que ya no ronca, porque está lejos de las noches de pool y de fernet hasta los huesos. De esa niña que ya no canta, que gracias a dios le rescata mayor vida a mis oídos. A esa divina de alma y vida le queda poco tiempo para ordenar las reglas de la gran batalla final.
En su kiosko se está por armar una rebelión masticable. Los sugus adelante, por antiguedad, por seguridad y por codicia. Seguidos de las pastillas con código de barras, llamados con su sigla original: D.R:F (Dirección Rebelde Federal), comandando a los rebeldes que se enlistan detrás de las barritas (mal llamados patotas), una mezcla espantosa entre maníes y chocolates, bombas de efecto tardío. Y las gomitas, son las pequeñas que gritan como porristas para levantarle el ánimoa la tropa.
Ella llega a las diez. Una hora tarde para empezar a atender al sol que espera desde que sale de la escuela, y que quiere comprar su desayuno. Pero, contra ella no saben que siempre se pierde la certeza y la cordura.
Los sugus abundan, por eso plantean la tiranía. Pero a ella nada la asusta. Y se de que hablo. Pobres de esos diablos que quieran lastimarla. Nadie se le escapa, jamás podrán salir enteros de ese enriedo con ella, la más bella de las sirenas.
Aunque duerme las siestas más largas que jamás haya escuchado.
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