lunes, 30 de julio de 2012

Nunca desaparecieron… sólo histeriquearon.


Son un encanto que parecía haber desaparecido. Nada más lejano, por suerte el tiempo es inteligente. Las ha conservado intactas, no las ha modificado ni ha alterado su esencia. Sólo histeriquearon un rato, para darnos un respiro. Pero no se han abrazado al olvido, no nacieron para eso.
Son lo más maravilloso del sexo femenino, con tanto glamour y feminidad pura. Son un emblema de los viejos tiempos, aquello que los modernos han perdido. Pensar que habían desaparecido, era sólo una cuestión clínica. Porque están aquí, están por todos lados.
Han vuelto y se han preparado para los tiempos que corren. Se han globalizado, y se filtraron en el sexo opuesto. Siguen dejando al desierto sin una gota de agua. Siguen iluminando mis cuentos, y llenando de letras mi corazón. A ellas se les debe el temor al amor y el pánico al compromiso. No han venido, sólo para quedarse. Han venido para instalarse y ser el emblema de la modernidad. La razón y su consecuencia. Una virtud que modifica a las parejas y reaviva los cuestionamientos más profundos.
A las que he conocido histéricas, a las que les he gritado eso como si fuera un insulto. A las que se ha deseado y se ha conquistado. A las que han dejado llorando a tantos corazones inciertos, a todas ellas les debo mi enorme agradecimiento. Por inspirarme tanto en este número.
Sólo una advertencia más, no va a encontrar respuestas…
Cuidado con la histeria: “es contagiosa”

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