Son un encanto que
parecía haber desaparecido. Nada más lejano, por suerte el tiempo es
inteligente. Las ha conservado intactas, no las ha modificado ni ha alterado su
esencia. Sólo histeriquearon un rato, para darnos un respiro. Pero no se han
abrazado al olvido, no nacieron para eso.
Son lo más
maravilloso del sexo femenino, con tanto glamour y feminidad pura. Son un
emblema de los viejos tiempos, aquello que los modernos han perdido. Pensar que
habían desaparecido, era sólo una cuestión clínica. Porque están aquí, están
por todos lados.
Han vuelto y se han
preparado para los tiempos que corren. Se han globalizado, y se filtraron en el
sexo opuesto. Siguen dejando al desierto sin una gota de agua. Siguen
iluminando mis cuentos, y llenando de letras mi corazón. A ellas se les debe el
temor al amor y el pánico al compromiso. No han venido, sólo para quedarse. Han
venido para instalarse y ser el emblema de la modernidad. La razón y su
consecuencia. Una virtud que modifica a las parejas y reaviva los
cuestionamientos más profundos.
A las que he
conocido histéricas, a las que les he gritado eso como si fuera un insulto. A
las que se ha deseado y se ha conquistado. A las que han dejado llorando a
tantos corazones inciertos, a todas ellas les debo mi enorme agradecimiento.
Por inspirarme tanto en este número.
Sólo una
advertencia más, no va a encontrar respuestas…
Cuidado con la
histeria: “es contagiosa”
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