lunes, 30 de julio de 2012
LOS SUEÑOS Y LOS MILAGROS. Hermanados.
Dicen que los sueños y los milagros son como hermanos, casi gemelos. Algunos vienen del cielo, otros del más allá, pero su finalidad es exactamente la misma. Hacer brillar a la vida, darle esos colores tan profundos y tan intensos. Que son consuelo, que son las caricias que necesitamos.
Los sueños están siempre iluminados. Por eso vemos que se apaga el alma cuando ha decidido dejar de soñar. Por eso sentimos que se apaga la mirada cuando el alma se llena de dulce amargura agria. Los sueños despiertan el alma, los milagros calman y llenan de esperanza.
La vida no es amarga. Tal vez no sabemos vivirla. Para eso nos llega la guía, desde lo más profundo hasta lo más lejos. Para eso Dios hizo los sueños, para que no perdamos las esperanzas y no se nos haga amargo el camino.
Muchos están bendecidos, pero pocos son los privilegiados. Los que han vivido y están vivenciando la caricia de un milagro. Porque se lo han ganado, porque han luchado contra las dificultades del camino. Porque no se han rendido y siempre han sostenido a aquellos que se resignaron. A ellos que han educado sus instintos para ser benditas luces de los otros. Aquellos que siendo focos irradian su luz más allá de las sombras. Los que soportan el tropezón, y tienen el valor de volverse a levantar.
Para aquellos que se animan a cuestionar el sentido de la verdad, el valor del camino. Para ellos han existido los milagros y Dios les regala los sueños. Para que sean verdaderos testigos de una obra luminosa.
Cuando la vida es hermosa, la mirada lo refleja.
Y los milagros dejan su naturaleza en forma de sueños.
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