Los excesos y los defectos ya empezaron a generar sus consecuencias. Ya
es una evidencia demostrable que el cambio climático es parte de nuestra vida.
Que ya estamos a la deriva en un mundo atormentado. En un mundo castigado por
sus habitantes que, sin tomar consciencia ni asumir que son parte, ha comenzado
a calentarse. Una cuestión psicológica que debemos revisar. El hombre y su
incredulidad, el poder y el dinero han planteado su juego y aquí están las
consecuencias.
Los excesos industriales y los defectos mundiales por proteger y cuidar
al planeta han inclinado, de manera cierta, la balanza en nuestra contra. Nos
hemos comportado peor que los animales, nos hemos alimentado sin cuidar a
nadie. Hemos hecho estragos ambientales sin pensar en los futuros habitantes,
que ya no podrán vivir en las mismas condiciones. Una desproporción digna del hombre,
que se excedió y pronto empezará a sufrir las carencias. La falta en la Naturaleza ya rinde
cuentas del maltrato, arruinando y quemando los recursos que necesitamos.
Contaminamos todo. Ensuciamos todo. No cuidamos nada. No nos hemos planteado
absolutamente nada. Nuestra forma de vivir es un desastre a advertir, desde el
más pequeño de los hombres hasta el más importante de los gobiernos.
Los poderes del pueblo se han debilitado. Los hombres que han gobernado,
están lastimando a nuestro planeta. Por sus negocios no cierran las cuentas.
Nos queda poco tiempo y cada día menos recursos para no caer en el absurdo de
vivir en un mundo, inhabitable.
Los excesos siguen abundando. Los recursos a mano para frenar el daño se
siguen ausentando de las prioridades mundiales. Ya lo hemos lastimado. Ya hemos
arruinado el equilibrio mundial de un planeta que estaba sano, hasta que
empezaron los engaños con el combustible y la tecnología. El agua era divina,
hoy no se puede tomar. El aire, pureza vital, está tan contaminado que algunos
viven enmascarados, sin poder ver la plenitud del sol. Del otro lado, se están
secando y las especies emigrando hacia algún lugar soportable. Al hombre,
caminante, se le está acabando el camino. El mundo ahora empieza a ser chico. O
somos demasiados.
Somos tan humanos. Siempre elegimos el exceso y nos ahorramos los
defectos, cayendo en el anonimato. Y arruinando todo lo que está al alcance de
la mano. Empezamos por lo más cercano y pintamos lo más privilegiado. No hay
paisaje que ya no tenga el sello del ser humano, con una pintada o un hacha.
Con una topadora o el aire contaminado. El cielo se está alejando, ya casi no
lo podemos ver. No quiere ser parte de este mundo tan cruel, que se está
marchitando, amargando y estropeando.
No puede ser que siempre terminemos igual. Siempre terminamos arruinando
todo lo que tocamos. Y la
Naturaleza ya nos ha tenido demasiada paciencia como para
seguir aguantando el maltrato humano, incondicionalmente egoísta.
Los excesos están abundando. Y los recursos para la subsistencia están
escaseando. Somos inhumanos a la hora de pensar que alguien más debe habitar
este mundo. Pero no quiero sonar absurdo, hablo de lo más pequeño también. No
hay quien ponga un pie sin pisar algo que no debía. No hay salida donde no se
observe a una persona tirar basura sin que pase una escoba. Tirarla donde no
hay recepción. En sus casas ya son un montón los que no cuidan nada. La basura
se saca, a cualquier hora y de cualquier manera.
La convivencia es austera. Raquítica y mal alimentada. Sudorosa por la
falta de un aire puro y agradable. El mundo no es cobarde, somos nosotros los
que no entendimos las reglas.
Se trata de convivencia. Se trata, más que de educación, de respeto y
consideración por la vida, más allá de uno.
Lo estamos arruinando todo. No se si ya es tarde, pero queda poco.
Nunca hay exceso de conciencia. Y si hay defectos en la Humanidad.
Serios.
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