lunes, 30 de julio de 2012
LLUVIA. MUCHO FUEGO Y DEMASIADO AFECTO MERECIDO.
Una tarde empezó pero ¿quién sabe dónde iba a terminar? Una lluvia torrencial era el escenario dispuesto por el cielo para festejar el cumpleaños de un ser especial. El cielo estaba emocionado.
Una larga travesía comenzaba con una estampida de la paciencia al lidiar con las asperezas de una mesa que se resistía a entrar. Para continuar con la búsqueda desesperada de un cable que sería la conexión con la vitalidad, la insistencia hecha carne, la perseverancia contra los truenos y las gotas sin consuelo. Y un mensaje extraño que llega al celular.
Por fín todo se resigna a entrar en los cánones normales. Aunque sea por un instante, no duraría demasiado la lógica. Menos la normalidad, que se iría a festejar a otro lugar, muy lejos. Pero todo era algo habitual, mucho cariño, mucho afecto, fuertes emociones y un fuego lento, lento.
Mientras todo era juego alrededor, una inmensa tensión se iba gestando por dentro. Un fuego incierto que pretendía arruinar mi calma. Una ayuda que no llegaba. Jamás se puede prender con gel. Tal vez si pretender ver su pelo engominado, pueda servirle de algo aquella sustancia que me trajeron. Mi paciencia se estaba colmando, pero la de un compañero termino su camino antes. Fuerte y de manera imperante, llenó de coraje y de fuego, toda la parrila y el suelo. Arrojó todo su incendio desde principio a fin. En pleno infierno, un mensajito lo retorna a la paz interior (quien pudiera). Esperando la explosión, se le detuvo el tiempo y a mi el corazón. Casi muere en el intento, pero tenía que atender el teléfono. ¿tal vez era Dios?
La calma retornó cuando, con suma ingenuidad y casi una locura, se le ocurrió mirar el interior del incendio. Ya era un sueño, nos salvamos porque no era el dueño del tridente (quien omnipresente) lo había llamado.
Comenzó la acción, la verdadera. Todo esto había sido la introducción de una noche plagada de emociones. El glamour llegó y con sus pasos iluminó la noche. Habían salido las estrellas, era lo mínimo para la reina que cumplía años esta noche. Todos se iban acercando a la mesa, y los manjares se iban desplegando. Mucha risa y mucho asado. Todo estaba listo.
Algunos eran amigos, otros desconocidos. Y otros casi como hermanos. Uno casi muere atropellado por cruzarse en el camino del remolino. Un huracán vestido de hermosa doncella pisa con fuerza el acelerador cuando siente el terro porque dos individuos pretenden robarle. De miedo y con coraje, se las arregló. Pero finalmente el temor se hizo carne en su cuerpo. Llamó y corrió para sentirse protegida. Una nueva salida, la noche seguía en armonía.
Las charlas se daban con tanta naturalidad que uno parecía flotar. Excelentes personas por donde miraras. Diferentes historias, diferentes miradas. Cada cual contaba, y cada tanto se armaba un comité. Y... éramos más bien, demasiados psicólogos juntos.
Cuentos y más cuentos. Historias por todos lados. Hasta que ya asomaron las doce horas de la cenicienta. Que no iba, esta vez a huir, como tantas otras veces lo hiciera. Sopla una vela y abraza a sus pequeños gigantes. Un fuerte soplo y el alarde de soñar abrazada a ellos. Pedir tres deseos que la vida le debe. Más sorpresas incipientes que un alma tan privilegiada se merece.
Luego vinieron los postres. Con algunas emociones y un secreto que sale a la luz. Una lechuza ¿a veces avestrus? abre su pico para contar que un brazo estaba un tanto acalorado, para que sea mirado con angustia por la anfitriona. Una voz negadora les advirtió lo contrario... "no estoy quemado" y las risas rompieron el encanto.
Apareció el "fernando" para continuar con la rueda. La noche se iba disipando. Los gigantes en el cuarto, durmiendo a patas sueltas. Las más bellas estrellas a pura charla y chusmerío. Alguno en el olvido, y los demás segupian festejando.
Nada de escombros ni perejiles. Nada de papas fritas y papa natas.´Todas eran grandes almas, reunidas para festejar el aniversario de un nacimiento. Algún día, ya a lo lejos, a treinta y un ciclos de la vida nacío un alma divina, nació el principio de una travesía. Que por momentos se puede volver sufrida pero tiene muchísimo de genuino. Cuantas imagenes debe haber vivido, cuantas cosas se lleva a su almohada. Nada alcanza para equilibrar la magestusidad que te hace sentir cuando se acerca. Es una gran amistad la que sabe construir con su sola presencia.
Una camisa que no se puede planchar, en las manos de una poco habituada a dicha actividad. Quien sabe justificar y evadir semejante responsabilidad. Un café tan intenso como su autora. Una charla que conmemora las facetas exploratorias de quienes se pierden en el camino. Y salen de ese destino que los lleva a dar múltiples vueltas.
Comienza el final. Empezamos a retornar de vuelta al hogar, pero la noche sabe esperar, y juega a las sorpresas un rato más. Me posterga la necesidad de un descanso merecido, más por el olvido de un perfume que me había abandonado hacía rato. Huelo a asado y me llevan a plaza Serrano, en busca de un amor que comienza.
Un par de vueltas le quedaron, al día que había comenzado. Y al alma que festeja un año más.
Dedicado a quien cumplió años. Y va a dejar su testimonio en la Tierra.
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