Que manera perversa hemos desarrollado para vivir. Matando y matando
para sobrevivir a los que nos están aniquilando. Y nos hacen consumir. ¿Contra
quiénes estamos peleando? Los animales sólo hacen eso para sobrevivir. Pero no
matan a sus pares. Migran por alimentos. Nosotros matamos hambrientos.
Sedientos por vivir lo que no tenemos.
Y nunca seremos. Porque es robado.
Los animales cazan para sobrevivir. Nosotros somos presas entrampadas.
Acorraladas y algunas ya lastimadas. Furiosos de rabia, alterados por la
ignorancia y descontrolados por el rencor. Matamos con tanta razón que ya nos
creemos todas las causas. Matamos por tanto dolor, que ya nos duele la
presencia del otro. Los animales no matan al par, se mueven en compañía.
Nosotros destruimos todo en la espera. No es casualidad ni una idea pasajera
que el mayor problema de la
Humanidad sean los demás.
Una guerra en plena jungla. Donde el enemigo no se oculta, es el que
está al lado. No hay más bandos. Es una guerra de guerrillas. El enemigo está
en la misma orilla. Dentro de la casa. A veces, en la misma cama. Que lejos
hemos llegado. Lo hemos arruinado. Absolutamente todo.
Nos estamos cazando. Los pobres a los ricos. Los ricos entre ellos. Los
que están desempleados a los que tienen empleos. Y los compañeros al que puede
ascender. El jefe al que viene después, porque puede llegar a subir. El
aprendiz al maestro, para quedarse con su puesto. Para ser alguien en la cadena
de sucesiones. Los sucesores matan hambrientos. Los dueños esclavizan por las
dudas. Al que le sobra porque abunda, al que le falta porque lo justifica. Al
que están en la media porque envidia la diferencia. Al que no está porque
quiere estar. AL que se fue para volver. Y así nos matamos entre todos.
Después ayudamos cuando una masacre nos toca. Pero en plena barrida de
la escoba algunos se aprovechan y negocian. Con la sangre ajena. Matando de sed
y de hambre a la víctima.
Los animales no se comportan así. Saben vivir en comunidad.
Posiblemente nos llevan una gran ventaja. No son educados. Pero se saben
contener.
Estamos mal educados. Mejor dicho, nos estamos mal comportando. Porque
ya no educamos a nuestras emociones y nuestros hijos se están descarrilando.
Porque los padres destruyeron las vías, con generosidad. Los nuevos trenes
venían marchando a una gran velocidad. Y los demás no estaban preparados.
Menos mal que los animales no hablan. Nos dirían tantas cosas.
Con tanta autoridad y tanta razón. Lo digo con dolor, parecemos bestias
más que animales. Esas fieras salvajes que no saben ni leer ni escribir un
futuro. Mitad hombre mitad salvaje, en esto los animales no tienen nada que
ver. Nosotros no cazamos para sobrevivir.
Cazamos para hacer lo menos posible.
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