lunes, 30 de julio de 2012

LA INCERTIDUMBRE SE TRANSFORMO EN AVALANCHA. UNA AMENAZA.


Era una tarde que poco tenía de especial. Hasta que la amistad llamó al celular y una voz puntual, un canto de sirena, proclamó con urgencia una reunión del clan. ¿Alguien estaba herido? Para nada, me dijo la forajida del otro lado del aparato, con una risa en la mano. Y otra carcajada por detrás, era la cómplice, nada más y nada menos.
Punto de reunión, la Plaza Serrano y muchos bares en cuestión. Demasiada gente y las insolentes aún no habían llegado. Mientras la fobia me tomaba de la mano, mi mirada recorría a todos los rostros desconocidos. No había ni un amigo. Tantos extraños tramando algo. Tantos vasos vacíos. Mucha cerveza, mucho griterío. Es la tarde porteña, donde se juntan los bandidos.
De pronto, la alegría había venido. Eran dos bellezas, mis grandes amigas habían aparecido. Pero en vez de haber traído, calma y tranquilidad, empezaron a rebolotear huracanes por todos lados. Una salta, entre abrazos. mientras la otra revolea su gran flequillo a custas, que apenas deja asomar la mirada intensa. Damos una vuelta, a una mini rotonda. Buscando donde se acomoda semejantes cuerpos ardientes. En eso se siente, un comentario punsante, a tono con el implantado calor de la tarde. Eran como cuarenta grados, los de ella al verlos a ellos. "Perra, date vuelta...", dijo en el medio de la plaza. Se cruzaban las miradas, yo, mientras, buscando una mesa.
Apareció el rincón, juntito a los elegidos por el comentario "hot". Y un mozo herido de tanta propina suelta, le puso un tono frío a la situación. "Guarda con el ladrón, carteras y celulares no se sueltan". Y nos amargó el rato. Chistes y reclamos... la avalancha ya va a llegar.
Que el trago, la cerveza. Una gaseosa seca que otra vez genera las carcajadas. De las que pronto estarán entonadas, por lo ingerido. Y un comentario enemigo, fue el terremoto que iniciaría el Tsunami.
Entre risas y encantos, gente que va y viene. Un camión insolente se detuvo junto a nosotros. Con un perfume espantoso, comprado en la peor farmacia de barrio. Parecía un baño, era el camión de basura. Que con poca ternura y mucha oportunidad, se vino a instalar para dejarnos su aroma. Uno intentaba no respirar, mientras las otras dos se tentaban. "Por la boca intentá!!", prefiero la respiración cortita. Era una mentira, quería correrme de ese lugar.
Al volver la paz. Una cara se había transformado por largo rato. Pero pasaría aún desapercibida. Mientras la charla, trataba de desanudar, una historia sin igual, un paquete que mejor sería devolver. Una mente cruel, que sin darse cuenta (tal vez) estaba lastimando con su incettidumbre.
Al finalizar, los vasos ya estaban tibios. Y las penas se habían ido, por la calidez que ambas generan. Entonces se emprende la vuelta, y la ola comenzaba a crecer. Era enorme, pero se mantenía sin aparecer, hasta doblar en la esquina.
Cada uno retoma su camino. A mi me llevan, porque estaba un poco perdido. No suelo salir de la zona de conocimiento. Un aspecto que debería cambiar, para poder ampliar el horizonte, o por lo menos saber por donde queda mi casa.
Una mano aplasta el botón de la alarma. Pero en realidad, era el botón de la gran amenaza que se perpetraba, desde hacía un largo rato. Como un ingenuo, me agacho y me siento del lado del acompañante. Un tono inquietante, imperativo y CATEGÓRICO me acorraló de pronto con unas palabras intimidantes: "¿´Por qué no me presentarías a nadie?"...
Tierra tragame... o salvame.
El tono fue intimidante. La incertidumbre se había transformado.
Una amenaza que era, ahora, una avalancha. Nunca hieras a nadie, pero mucho menos a esta mujer.

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