lunes, 30 de julio de 2012

KILL PLUT. Una crónica intrigante.


Les voy a contar una gran historia. Verdadera y auténtica en todos sus ribetes, dimes y diretes. Pura realidad acontecida no hace más de una semana. En el consultorio de un colega, en esas paredes que no encierran el instinto pulsional de un psiquismo peligroso. Y no salgo de mi asombro por la sabiduría de esa mente. De ese inconsciente que deja sus mensajes sutiles.
No saben lo feo que es para un analista encontrar a sus pies una nota del inconsciente. No saben cómo se siente. No pueden imaginárselo. No es un cuento de terror, es una historia atrapante. De una mente brillante a la hora de dejar sus huellas.
Y sus marcas en la mesa.
Transcurría una sesión de urgencia. Ella aterrada por ver las marcas cuando se despertó. El analista, una mente despierta con sus acidez a cuestas y sus armas en la mano, no está preparado. Habla como siempre. Con un tono, tal vez urgente, proque la realidad apremiaba. La dama, con su bufanda, se iba a operar. Y las cartas, esta vez no marcadas, que el destino jugaba habían advertido que sería una mala partida.
Como ella es una mente despierta y poco tranquila. Fue advertida por el cirujano. Aspirina en mano, no se puede operar nadie. Así transcurría el relato, en plena sesión. Imagínense la ocasión, una pansada para el analista.
Pero ella, inadvertida, jugaba con su bufanda. Algo que la rodeaba, en su cuello estilisado. Jugando con la etiqueta en la mano, un rose, ida y vuelta.
Al terminar la encuesta, sobre la pulsión de muerte y los castigos. El tema bendito transitado en la sesión, llegaría la ocsión para que ella jugara su última carta.
Una amenaza, ¿un aviso?
¿Cuál seria el destino? ¿Y el destinatario?
Ella cierra con sus manos las puerta de la sesión. Él analista vuelve hacia la habitación y observa una mancha en el piso. Fija la vista y era la etiqueta con la que ella jugaba. La amenaza estába hechada.
La dió vuelta y decía:
KILL.
El recordatorio quedó guardado en la agenda del analista. Una prueba, una pista por si corría riesgo de muerte. 

Dedicado a la mente (y a su inconsciente) más brillante que he conocido en una sesión. Y al pobre psicoanalista que aún no debe haber salido de su asombro.

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