lunes, 30 de julio de 2012

LA EMOCIÓN ES COMO LA LUZ. PSICOLOGÍA CUÁNTICA.


Hace mucho tiempo se conocieron las particularidades del comportamiento de la luz. Sus cualidades, sus virtudes, sus velocidades. Hoy en día, podemos hablar igualmente de la emoción. La cual comparte con la luz la mayoría de sus cualidades y características. Tan científica como ella misma. Tan cierta como evidente. La emoción es como la luz. Aunque viaja a una mayor velocidad.
El descubrimiento mayor respecto de las particularidades de la emoción radica en la capacidad que tiene el ser humano de registrarla. Así como respecto de la luz existe una longitud de onda a partir de la cual el ojo humano no puede captar una franja importante de ciertos rayos luminosos; el registro humano está también limitado a cierta longitud emocional.
Es decir, que podemos captar a las emociones pero no en su total expresión, ni intensidad ni frecuencia. Debido a esto, es que muchas veces nos “contagiamos” emocionalmente del ambiente o de alguien con quien nos hemos encontrado. Motivo por el cual, después es difícil descontaminarse de ella. Ejemplos abundan en todas direcciones, situaciones cotidianas, sensaciones inexplicables, el percibir emocionalmente a alguien a la distancia. Son todas las razones por las que podemos explicar que las emociones tienen una longitud de frecuencia mayor de la que estamos acostumbrados a registrar. Que captamos emociones sin darnos cuenta, las cuales no podemos descifrar, pero si influyen.
A diferencia del ojo humano, la capacidad de registro es modificable. Se puede aprender, se puede extender el registro emocional para poderlo ampliar a un campo mayor de intensidades y de sutilezas. Con un entrenamiento y un hábito instalado, podemos llegar a captar muchísimas más sensaciones y emociones. El espectro emocional es muy amplio, plagado de matices, lleno de grises y colores, fusiones de emociones y de sensaciones que, pocas veces, nos enseñan a diferenciar.
El espectro emocional se extiende hacia arriba tanto como hacia abajo. Es decir, que hay sensaciones y emociones mucho más sutiles y delicadas por un lado; como más densas y oscuras por otro. La mayoría de las personas tiende a mezclar la ira con la rabia, la furia con la bronca, el odio con el rencor, y el dolor con la angustia y la melancolía. La lista puede ser infinita, la estamos resumiendo demasiado. Entonces, el registro se va acartonando, se rigidiza y pierde sensibilidad.
Al igual que la luz, existe una emoción espesa y otra emoción como el láser de certera. Y tiene la particularidad de viajar mucho más rápido, a una velocidad que supera ampliamente la conocida por la luz. Casi tanto que parece un efecto instantáneo, lo demás es tarea del registro, el cual puede anular, descreer o relativizar. Interfiriendo con el pensamiento.
Durante décadas se identificó al mundo emocional con el agua. Tal vez llega el tiempo de actualizar los conocimientos y darle a la emoción su verdadero lugar, su cualidad tan particular, su versatilidad y velocidad que la hacen muy sutil como certera. Lejos de la inestabilidad, la emocionalidad es una fuente perdurable como el sol.
Fuente de vida y de mundos lejanos. Su ausencia puede helar, su presencia puede brindar calidez como quemar. Domina las mareas del psiquismo y de las hormonas, llega hasta las sombras del cuerpo y a los rincones más lejanos de cualquier misterio.
La emoción se comporta como la luz.
Un descubrimiento de la psicología cuántica.

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