Hace mucho tiempo
se conocieron las particularidades del comportamiento de la luz. Sus
cualidades, sus virtudes, sus velocidades. Hoy en día, podemos hablar
igualmente de la emoción. La cual comparte con la luz la mayoría de sus
cualidades y características. Tan científica como ella misma. Tan cierta como
evidente. La emoción es como la luz. Aunque viaja a una mayor velocidad.
El descubrimiento
mayor respecto de las particularidades de la emoción radica en la capacidad que
tiene el ser humano de registrarla. Así como respecto de la luz existe una
longitud de onda a partir de la cual el ojo humano no puede captar una franja
importante de ciertos rayos luminosos; el registro humano está también limitado
a cierta longitud emocional.
Es decir, que
podemos captar a las emociones pero no en su total expresión, ni intensidad ni
frecuencia. Debido a esto, es que muchas veces nos “contagiamos” emocionalmente
del ambiente o de alguien con quien nos hemos encontrado. Motivo por el cual,
después es difícil descontaminarse de ella. Ejemplos abundan en todas
direcciones, situaciones cotidianas, sensaciones inexplicables, el percibir
emocionalmente a alguien a la distancia. Son todas las razones por las que
podemos explicar que las emociones tienen una longitud de frecuencia mayor de
la que estamos acostumbrados a registrar. Que captamos emociones sin darnos
cuenta, las cuales no podemos descifrar, pero si influyen.
A diferencia del
ojo humano, la capacidad de registro es modificable. Se puede aprender, se
puede extender el registro emocional para poderlo ampliar a un campo mayor de
intensidades y de sutilezas. Con un entrenamiento y un hábito instalado,
podemos llegar a captar muchísimas más sensaciones y emociones. El espectro
emocional es muy amplio, plagado de matices, lleno de grises y colores, fusiones
de emociones y de sensaciones que, pocas veces, nos enseñan a diferenciar.
El espectro
emocional se extiende hacia arriba tanto como hacia abajo. Es decir, que hay
sensaciones y emociones mucho más sutiles y delicadas por un lado; como más
densas y oscuras por otro. La mayoría de las personas tiende a mezclar la ira
con la rabia, la furia con la bronca, el odio con el rencor, y el dolor con la
angustia y la melancolía. La lista puede ser infinita, la estamos resumiendo
demasiado. Entonces, el registro se va acartonando, se rigidiza y pierde
sensibilidad.
Al igual que la
luz, existe una emoción espesa y otra emoción como el láser de certera. Y tiene
la particularidad de viajar mucho más rápido, a una velocidad que supera
ampliamente la conocida por la luz. Casi tanto que parece un efecto
instantáneo, lo demás es tarea del registro, el cual puede anular, descreer o
relativizar. Interfiriendo con el pensamiento.
Durante décadas se
identificó al mundo emocional con el agua. Tal vez llega el tiempo de actualizar
los conocimientos y darle a la emoción su verdadero lugar, su cualidad tan
particular, su versatilidad y velocidad que la hacen muy sutil como certera.
Lejos de la inestabilidad, la emocionalidad es una fuente perdurable como el
sol.
Fuente de vida y de
mundos lejanos. Su ausencia puede helar, su presencia puede brindar calidez
como quemar. Domina las mareas del psiquismo y de las hormonas, llega hasta las
sombras del cuerpo y a los rincones más lejanos de cualquier misterio.
La emoción se
comporta como la luz.
Un descubrimiento de la psicología cuántica.
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