La evolución es la salida. Es necesaria y comprometida. Es complicada y,
por momentos aburrida, porque implica una constancia y tiempo que no tenemos. Y
pocas veces disponemos. Pero es la salida. Aunque nadie encuentre la puerta.
Aunque parezca pasajera, pero la evolución es absolutamente necesaria para la
vida. Sino moriremos en el intento.
En el infierno de los que no maduran. Y nunca crecen. En el encierro de
lo que no se abre y no se renueva. De aquello que cuesta ventilar, y sin
renovarse. El hombre ya no hace el intento por crecer, solo piensa en competir.
Sólo intenta salir cuando es necesario. Mientras, con el fusil en la mano
cuidamos lo nuestro. Sin ver que todo es pasajero, que la vida continúa y el
tiempo no nos abruma, pero tampoco sobra.
La cuenta engorda cuando nos hemos quedado quietos. Los hombres viejos
ya no poseen la sabiduría. Ni siquiera la experiencia es advertida. Las cosas
pierden su valor necesario. Todo se nos escurre en las manos. Unos dedos flacos
que ya no transmiten esa fuerza. Que no agarran con contundencia, porque saben
que en cualquier momento se pierde. Todo se pierde. Entonces, ¿para qué buscar
la salida?
Romperse la vida peleando, creciendo y madurando para ver que a la par
están los otros, que sin remar, llegan más lejos. Nada de evolucionar, dicen
que viven la vida. ¿Todo era mentira? Evolucionar y crecer se suponía que eran
las leyes básicas para entender, las reglas de la Naturaleza. Se
valoraba a quien pudiera mostrar esos rasgos, hoy todo eso es en vano. Crecen
las fortunas de los menos afortunados. Crecen en los bancos las cuentas de los
que más han robado y menos dejan. Los que menos están madurando son los que
mejor tienen las manos y ninguna arruga del saber. ¿para que comprender? Ya no
hace falta crecer.
Los mejores puestos se están ocupando. Y todos te siguen pagando para
que crezcas una vez que estás adentro. Y de viejo, antes de los cuarenta, te
firman la cuenta de despido y la indemnización. Viejos del montón, cuando aún
puedes seguir creciendo.
La evolución es un cuento. De fábula o ciencia ficción. Y de la salida
ni hablemos. Sólo quedan las de emergencia. Nunca entendí esa cuenta, ¿Para qué
armar las puertas de emergencia si se pueden abrir más puertas de salida? Así
de cerrados estamos como seres humanos, sólo pensamos a la hora de las
emergencias en las puertas traseras y nos olvidamos de las principales.
Madurar para ser un fruto amargo, un tiempo más prolongado y la vejez
arruina los mejores jugos. Una fiesta que dura una siesta, porque apenas está
lista la fruta, ya comienza su decadencia. Y para ella no hay salida. Ni
siquiera una puerta. Por eso, ahora, se exportan inmaduras para que la fruta
llegue a su destino a tiempo. Y nunca un poco pasada.
La evolución terminó siendo una trampa. Un lugar por donde muy pocos
quieren pasar. Los que han evolucionado de verdad, ya no se pueden contar,
están del otro lado de la puerta. Los que nos hemos quedado detrás de ésta aún
estamos pensando si es conveniente cruzar al otro lado, o es preferible
quedarse aquí.
Para no sufrir, porque nos convencieron que la evolución y el
crecimiento se hacían con tanto esfuerzo que ya casi nadie quiere hacerlo.
Mientras, seguimos en la jungla. Una selva plagada de mamíferos no
evolucionados.
Monos caminando. Con una inteligencia artificial.
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