lunes, 30 de julio de 2012

SEGUIMOS SIENDO MONOS. O PEORES AÚN.


Seguimos siendo monos. Se suponía que éramos la raza superior, sin embargo, estamos mostrando lo peor que tenemos. Lo peor que podemos hacer, actuar peor que los animales. Porque destruimos a nuestros pares, porque destrozamos nuestro medio ambiente y porque somos, a la vez, cazadores y cazados.
No hemos evolucionado. No venimos de los monos. Ni mucho menos mejoramos lo de ellos. Se dijo, durante muchos siglos, que la culpa de todos los desastres la tenía esa parte “animal” que tiene la Humanidad. Hoy nos hemos demostrado que somos una raza muy particular. Que no nos conformamos con la individualidad, que nos tenemos que poner en peligro de extinción y, ni siquiera así, entendemos el asunto. No es la parte animal del mundo, es la parte humana la que falla. Es la parte que no alcanza para poder establecer las coordenadas adecuadas para sobrevivir.
Porque el animal aprende los peligros del medio. El ser humano entiende, pero hace todo mal. Sabe y es capaz, pero tiene un costado peligroso. Seguimos siendo monos viviendo como animales. Seguimos creyendo que no hay pares, pero estamos muy por debajo de lo esperado para el nivel de inteligencia. Y de las capacidades a cuestas que tenemos por ser, como somos.
Discriminamos a los individuos de nuestra especie. Nos alimentamos de ellos. Nos matamos hasta que no nos dan más las manos. Somos cazadores cazados por las propias presas. Una vida incierta que ha multiplicado la jungla, la ha sofisticado al punto de vivir en la penumbra porque agotamos los recursos de la selva. Tanto en su campo como en sus reglas. Llevamos todo a tal extremo que nos estamos muriendo y no nos queremos dar cuenta.
Seguimos siendo monos. De esos que nunca existieron. De los que rompen con todo. Y aniquilan a sus hijos y nietos. Una especie extraña, más parecido a la plaga que a la raza humana. Desarrollándonos como si nada. Ocupando todo como si viviéramos solos. Sin ganas de compartir, pensando en competir y jugar sucio, claramente. Contaminando todo lo ocurrente, comprando cada centímetro de libertad para enjaular a los diferentes. Y si son peligrosos, para nuestra individualidad, morirán sin mayores explicaciones. Se suponía que éramos inteligentes, se preveía que podíamos evolucionar en nuestra calidad de vida. Y sólo planificamos la muerte. Sólo desplegamos los más sofisticados mecanismos para matar y morir, en el camino de vivir, que cada día es más corto. Y larga la agonía.
Seguimos pareciéndonos a los monos. Colgados todo el día. Obedeciendo y admirando, persiguiendo a la reina que pueda calmar los instintos. Pero ya son asesinos, decididos a matar por lo que sea. Eso no le pasa a cualquiera, sólo nos pasa a nosotros. Como especie.
Somos decadentes. No hemos evolucionado ni un poco. Tantos años de desarrollo, tantos siglos y dioses, tanto oro hecho polvo y muchísimas vidas perdidas. Para no encontrar la salida. Para no haber crecido aunque sea un poquito. Y dejar de ser bestias hambrientas.
Sedientas por venganza. Por envidia y celos. Por un comercio, parte de un sistema, que arruina a cualquiera. Aunque beneficia a tan pocos. Seguimos siendo monos en un rebaño amargado, guiados por unos extraños a esta raza humana. Si nos llevan a la rastra no creo que podamos llegar lejos.
Es una pena y una lástima.
Seguir siendo monos, pero vivir encerrados.

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