lunes, 30 de julio de 2012

Jefes sin autoridad.¿El negocio lo maneja un alfil?


El gran desafío de los inteligentes. Poder sobrevivir a un jefe sin autoridad. Aprender a soportar las órdenes de un alfil desordenado y confuso, que poco sabe del negocio. Pero grita por los pasillos y no tolera la sombra del crecimiento. Un jefe temeroso que sabe de sus limitaciones se defiende de esa manera, impidiendo el crecimiento, degradando a los potenciales competidores y golpeando en los puntos vulnerables de sus empleados, obviamente son puntos personales que deberían estar ajenos a lo laboral.
El negocio lo maneja un alfil, del mismo negocio. Esas son las posibilidades que dan las empresas hoy, puede llegar cualquiera, es decir, alguien no necesariamente calificado para el cargo o el puesto, en función del negocio, pero si inspirado y entrenado para depurarlo. Para hacer el trabajo sucio que pocos quieren. Por narcisismo, por perversión o simplemente por plata y ambición. Todo está permitido en ese mundo donde todo es posible.
Sus seguidores se quejan. Y lo padecen. No entienden lo que dice, no pueden compartir las directivas. Tantas veces les ha dado vergüenza como tantas otras genera incomodidad. Y mucha bronca por estar donde está. Una rivalidad que parece injusta pues es el jefe y de él depende la evaluación. O la promoción. O el ascenso. Inquietos quedan, a veces perdidos. Una caricia sirve para desconfiar, un castigo pretende ubicar. Falta la valoración. Y no se admira al jefe.
No tiene autoridad. Y al mezclar lo personal, la cosa se pone peor. Lo ven junto a su mujer y algunas cuestiones se empiezan a entender. “Va atrás como un perro faldero, obediente y obsecuente, parece que le tuviera miedo a ella. Es el mismo que me pega en la oficina detrás de su escritorio, el que tantas veces pensé en cruzar, está en el camino de mis manos a su cuello”. Esos son algunos de los razonamientos de sus empleados. Los de segunda línea que esperan llegar a primera. Y se los comprende, es un gran desafío seguir las órdenes de alguien que no sabe darlas, que no transmite nada a la hora de emprender. Que no puede ni con su alma, dentro del negocio no es nada, pero es el jefe.
Una crisis de autoridad que viene acompañada con el crecimiento fácil. Esta línea de autoridad, descabezada, viene engendrada por estas décadas de decadencia. Donde la plata ostenta mucho más poder del que debiera, y jefe es cualquiera que no sabe nada de esfuerzo. Que no valora ni cuida a las personas que guía, aunque sea hacia el abismo. Son los mismos que siempre encuentran a un empleado para que haga el trabajo que ellos ignoran, es quien más los padece, pero del que quedan atados. Es la relación del amo y el esclavo, un amo que se acuesta en la comodidad y obliga al otro a desarrollarse cada vez más. Hasta que el esclavo sabe más que el amo y este se vuelve loco.
Carecen de principios, con una larga historia detrás. No son responsables por lo sucedido, son un eslabón más de esta larga decadencia que terminará con los modelos. Primero cae la autoridad y luego se desprestigian los cargos. Mueren en el camino el esfuerzo y la valoración, entonces sube cualquiera. La rueda no queda detenida nunca. Los buenos se desconsuelan, quieren tirar la toalla. Pero la realidad no los deja, porque alguien tiene que hacer el trabajo.
Ni hablar que a la par cosechan modelos parecidos. Porque no toleran la falta de imagen en el espejo. No son sanguijuelas, son más parecidos a un vampiro. Viven de lo producido por aquellos que tiene un rico potencial. Les roban el negocio, le ponen la firma. Y fomentan el crecimiento injusto. Porque la ley que ellos representan así lo permite.
Por ello carecen de autoridad, por ello responden a un modelo determinado. Parte de la decadencia. Un anhelo de quienes queremos aprender, pero que necesitamos saber que de ellos se puede. No sólo por la tarea a emprender sino como modelo de vida.
¿Modelo de vida?
Que extraño hablar de eso. ¿no?

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