lunes, 30 de julio de 2012
CENICIENTA. OTRA VEZ EN COMPOTA.
Esta vez le tocó a Cenicienta. Una vuelta incierta, ella desconoce las razones. Las razones de esos dolores que hablan en ella. Ahora le tocó al otro ojo. Una compota que desconcierta, con tanta simpleza como lo es su aparición.
Ella protesta. Avisa en cadena y se queja porque esta vez no hay una causa cierta. Según parece. Pero tal vez ella se miente, sólo un poquito nomás. Porque está reluciente, aunque aún no se da mucha cuenta.
La mudanza la espera. Si si, Cenicienta se muda de palacio. No se va a nada muy lejano. A lo sumo llega a una cuadra de distancia. Pero lo que peor la trata, es esa charla que tiene que dar. Esa conferencia que la espera en un hotel de lujo, en pleno centro de la ciudad.
Amargada y molesta. Hecha fuego por sus ojos de cielo. Y la tierra se sacude en cada protesta. Insiste en la cadena desconocer las causas de esta extraña aparición. Un ojo en compota.
Como si su cuerpo, que no llora, quisiera decirle algo. Un mensaje que ya no es extraño, a sus ojos castigados.
¿Será que no quiere abrir sus ojos a lo que viene?
Cenicienta, ya no a-parente, usted sabe de sus luces. No cargue con las cruces porque nadie será crucificado. No sienta que está pasando tan rápido la vida. No piense en los engaños, las ilusiones llenan de pasión el día.
Y de tanta pasión no vivida, tal vez el ojo se está encompotando.
A todo esto, y cerrando les cuento, que la charla salió de maravillas. A esta chica, hoy llamada Cenicienta la audiencia la aplaudía congraciada por la sabiduría desplegada en tan sólo venite minutos.
¿Para qué tanto barullo? Sabías que te iba a ir así.
Que dejen de competir tus ojos, por la mejor compota.
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