La animalidad no discrimina. No es como nosotros que somos ignotos en el
tema. Que nos creemos cualquier cosa superior a la nada e inferior a todo. Por
eso somos niños asustados en manos de enormes imperios. Donde hacemos masiva
una batalla de soldaditos de plomo. Y matamos a todos, simplemente y
cruelmente, por miedo.
Y me involucro porque en algún punto, la cuota de poder de cada uno cae
en estos vicios, tiene estos miedos. En otras dimensiones, con otras mínimas
consecuencias, pero caemos en la cuenta de que no estamos preparados para tener
el poder en nuestras manos. Ni siendo ricos ni siendo pobres. Aún las emociones
están contaminadas y la sangre nos llama, seguimos siendo animales y caníbales.
Animales con muchas crueldades que no sabemos dominar.
Algún que otro, por casualidad, cree que es mejor dominar el afuera
antes que el adentro. Ellos han sido grandes personas formadas y educadas, que
no les ha servido para nada a la hora de entender que la misión no viene de los
pies. Sale de la cabeza. Que los miedos no son sólo barreras, sino enormes
armas de aniquilación masiva. A gran escala.
Es mayor la demanda para quien, se supone, está más preparado. Pero no
es en vano, se calcula que tiene más herramientas en las manos para manejar los
impulsos y las agresividades. La animalidad caminante que fluye y circula por
todo el cuerpo. Lo cual no exime a los demás, todos somos parte de una gran empresa
que es llevar esta vida a cuestas y hacerla producir. En función de los demás y
para el bienestar de uno. Si la civilización no nos mata antes. O nos enfrenta
con nosotros mismos.
La animalidad no discrimina. Todos venimos de los monos. Aunque algún
Tarzán se habrá escapado a la ciudad a gobernar a los civilizados. Y los ha
embarrado. Con tanta selva y tanta bestia suelta. Con tanta niebla sobre la
educación y tanto resplandor en los tesoros. La conquista del más tonto, el
dominio de los que están por debajo, son las reglas del barco que se está
hundiendo. Que así no va a llegar lejos. Y con menos tripulación.
No hay diferencias entre ricos y pobres. Entre las verdaderas pobrezas
que esta animalidad plantea. Y que nosotros tanto hemos alimentado. Con el
poder en la mano, comiendo de la boca. Hombres fracasados y almas empobrecidas.
Ricos en vano. Con sangre en las manos. Y bocas hambrientas. De vacíos e
impurezas, de volver a la selva. El hombre siente frío y el animal se abriga.
No hay diferencias a la hora de salvarse quien pueda.
Y no nos queda mucho tiempo. Para evolucionar o morir en la animalidad
de una civilización que está mostrando sus fracasos. Que no ha podido,
separando, gobernar con igualdad. Y llevarnos a todos hacia la comodidad de la
alteridad. De la generosidad y el compartir. Nos ha hundido en el sufrir, en la
represión y la educación de la inteligencia a expensas de la educación
emocional. Y la desinformación sexual, que está generando los peores problemas
de hoy.
Entre ricos y pobres.
Humanos al fin. Desde el principio.
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