lunes, 30 de julio de 2012

LA MUERTE. EL EPISODIO SIN EXPLICACIÓN.


Es un día extraño. Haberse enterado en plena mañana que había fallecido un gran amigo de las mañanas, una compañia intachable de los ratos libres. Había muerto Jorge Guinsburg. Y una tristeza extraña, porque no lo conocía pero sí lo veía todos los días.
Y una sensación que dispara otras tantas. La conmoción que uno observa en las caras de aquellas personas que se enteran. La angustia que desespera porque otra vez la muerte se hace presente. Y de una manera inexplicable, se lleva a personas extremadamente valiosas, sin dejarnos ninguna respuesta.
Que muerte incierta. Que extraño esperar que arrancara su programa, para ver desesperanzadas esas ganas al enterarme hoy. Pero mi preocupación va mucho más allá de esta enorme perdida. Son muchas las grietas que se abren en uno cuando pasan estas experiencias. La primera es que no nos damos cuenta el poco valor que le damos a cada dia, ni que la próxima partida puede ser de un ser querido y cercano. Por otro lado, morimos a diario, cada rato un poco más. Y sin velarnos, seguimos.
Hace rato que me he dado cuenta que mi mayor temor es el dolor por la perdida de un ser querido. Y lejos de sentir un alivio, me afecta cada vez más. Por la incertidumbre, por la desaparición, por los momentos que fueron compartidos y los que no se darán más. Por que es un abandono que no puede enojar, porque la finitud se hace más grande. Y la grandeza se empequeñece demasiado.
Es un frío sin resguardo. Un abrigo que no alcanza al pensar en los familiares que han quedado solos. Pero parece que entender no se pudiese al ver que seguimos enfermándonos, seguimos lastimándonos, seguimos abandonando al otro. Sin valorarlo, sin respetarlo.
Es un dia amargo. Un episodio más en esta vida. Finita, cada vez más finita. Cada día más corta.
El dolor asoma su nariz. Acaricia mi piel, erizada otra vez por el mármol de su textura. Es una sensación en el pecho, un nudo en la garganta. Una lágrima que no se escapa, pero que deja asentada su presencia. Y una mente que empieza a vagar, entre las miles de preguntas, entre las excasas respuestas.
El silencio que me acuesta en el sillón para pensar. Tal vez quiere calmar un poco las aguas agitadas. Pero me aplana. Apacigua e inquieta. Miles son las escenas que se cruzan en segundos. ¿Cuando sea uno quien ocupe ese lugar, qué les pasará al resto de mis seres? cuando el más allá me venga a buscar, o se lleve a alguno de ellos.
No entiendo su sentido. Pero sé la finalidad.
Aprendo cada vez más a no buscarle una explicación. Pero no hay aceptación, sigo resistiendome.
No puede ser tan cruel la muerte cuando ha sido tan grata la vida.
Entonces no hay salida. Siempre vamos a perder.
Se me ha caido una lagrima.
Para la familia de quien se ha ido. Para los seres queridos que lo han querido tanto. Y para quienes lo hemos mirado todas las mañanas mientras nos acompañaba en nuestro cotidiano. Y especialmente para su gente, que el lunes tiene que arrancar el programa, con semejante falta. Que Dios los acompañe.

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