lunes, 30 de julio de 2012

MUDARSE. DE CASA, DE PIEL.


Mudarse. Un gran cambio. Todo es extraño cuando se cambian las paredes. Se siente que el mundo es tan distinto. Se extraña lo que se ha vivido. Se renuevan las esperanzas.
Cambiar de pared, es como cambiar de piel y no reconocerse en el espejo. La sensación de lo ajeno, de lo prestado invade de la mano de una sensación extraña de angustia. Un dejo de melancolía, una paz perdida en la comodidad de un hogar que no lo era.
Es como ver gente desconocida. A estas paredes las están extrañando otros. A aquellas ya las están habitando otros. Y uno, en el medio, con secuelas, cansancio y desgano. De tantos momentos embalados y tantos recuerdos encajados.
No se quien habita. Pero sí es duro no sentir que el lugar es de uno. Porque uno pierde su lugar. Su pertenencia. Pero, ¿qué nos pertenece? ¿A quién le pertenecen? Mi piel me pertenece cuando siento una caricia. Cuando pienso que la envidia me ha complicado algunos pasos, en una escalera que no tiene descansos.
Ni es mecánica.
A veces quisiera mudarme de planeta. Si pudiera habitaría entre algunos brazos, de esas caricias que nunca fueron en vano. Y que a mi lado, no quieren estar. Mi piel extraña esa sensibilidad, la de sus palabras claras, y su sinceridad atropelladora.
Mudarse conlleva remover los escombros, de una historia de logros. De los pasos anteriores. Mirar al pasado ya sin rencores y guiñarle un ojo al presente, para que me encuentre paciente, porque son muchas las cosas para acomodar.
Hay mucho lugar en el placard. Y tantas vivencias embaladas en algún lugar experimentadas. Traídas de otras casas vividas. En su emboltorio original, sin polvo ni maquillaje. Tantas primaveras cambiantes. Algunos destinos que ya se han cumplido, y una nueva predicción que empieza a correr. El reloj, otra vez, gira alrevés. A contratiempo. La ansiedad me deforma, la pasividad me atormenta. El plomero que no llega y el electricista que me deja los cables pelados.
Dormir con un escape de gas, pegado a la cama. Junto a mi almohada, donde debería estar ella. Tal vez, el gas sea una alerta. Un aviso. O mi condena.
Mudarse tiene esas vueltas. Por más que simplemente son 3 cuadras. A la vuelta de la vuelta de una manzana, donde la vida cambia. Y las cosas aparentan. Gané la pulseada en la vieja retaguardia, pero ahora me espera una nueva jerga. Arrancar devuelta, desde un cero ya no inicial.
Mudarme de casa. De piel. De sistema solar. Tal vez este cambio de lugar me permita encontrar mi lugar en el mundo. Y luego de acomodar las cosas en el placard, donde antes estaban los muertos aún vivos, pueda encontrarla a ella.
La dama del lugar, junto al mío en el camino.
Gracias a todos por colaborar, en la construcción de mi lugar. Por sus ladrillos en mi vida, por el cemento alisado y tantas manos que me han dado, para hacer de una pared un cuarto habitable, cálido y acogedor.
Las cosas se están transformando.
Mi casa, mi piel, mi sistema solar.
Soy donde habito. Habito lo que soy.

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