lunes, 30 de julio de 2012

CRÓNICA DE UN MENSAJITO TARDÍO.


Se hacía de noche. De una tarde larga, se había cerrado la calma en las puertas de un consultorio. Con lo poco que quedaba, se había abierto la cama para recibir lo que quedaba. Aunque tendría que esperar.
La luz se apagaba. Las sábanas heladas enrollaban los restos y lo poco que quedaba de un cuerpo. Mientras, la mente se abrazaba a la almohada inflando el pecho, palpitándose una noche larga sin frenos ni interrupciones.
En eso, una señal, una alarma. Un sonido que se asomaba. No había ni siquiera cerrado un ojo, que la voz de la belleza escribía en letras un mensaje inesperado. Con el texto en la mano, la luz se atravezó e iluminó lo que no se esperaba. Una sonrisa larga, que duraría más de un suspiro.
Los mensajes fluían, de ida y de vuelta. La cumpleañera contaba sus hazañas. Una fiesta sorpresa, se festejaba la fecha de un día muy especial. Ella no lo esperaba, pero la casa se le llenó de afectos. Amigos sinceros y un molesto que llenaba la casilla, de mails. Que no llamó, pero que todo el dia se acordó de ella.
Los mensajes, en un momento interrumpieron su viaje. Una ida que no volvería. Una respuesta que no había llegado. El silencio se había acostado al lado. Apiñando la almohada estaba convenciendo a mi alma para que dejara mi cuerpo. Y empezara a dormir.
No pasaba nada. Ni los sueños cabalgaban. Todo era armonía y quietud. Todo era paz y tranquilidad. Una longevidad ininterrumpida hasta que de pronto, se produce la caída.
Y suena el celular.
Un salto mortal, mi alma entró asustada en el cuerpo. Mi corazón, de paso lento, comenzó a galopar. A pasos agigantados. Abró para hacer algo y recuperar el aliento.
Un mensaje vacío.
De la reina de esa noche, pasada.
Con la intriga que se reía en mi oído y la preocupación que caminaba sin parar, mi mano atinó a marcar un mensaje de vuelta. Esperando la eternidad de una respuesta que no tardaría demasiado.
El mensaje había retornado. Y la risa comenzó a brindar. Ella, si si, la reina que ya no lo era, cuenta que se había quedado dormida con el aparato en la mano. Y en algún chispaso, apretó el mensaje que se había perdido.
Contando lo sucedido. El mensaje tardío había llegado a este lado.
Me había despertado y encima con un sobresalto a las cuatro de la mañana. Era adorarla o matarla, imposible crucificarla, sólo quedaba reirme.
Y volver a conciliar el sueño. De la mano de su mensaje tardío se había garantizado la intromisión en mis sueños.

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