lunes, 30 de julio de 2012

Accidentes hogareños. Problemas en casa


Son los más absurdos. Son muy letales. Se producen sin una razón aparente. Y son producto de una distracción mortal, que sabe generar consecuencias. He visto mutilaciones, muertes y explosiones por errores cometidos en casa. Suicidios que son perpetrados de una manera que se perjudica a cualquiera que nada tiene que ver con el motivo. Los accidentes hogareños son una muestra de los problemas que hay en casa. Una leve pero fatal expresión de los conflictos internos al clima familiar.
Dicen que los trapitos se lavan en casa. Algunos otros se queman allí. Las puertas están cerradas. El acceso y la externalización están prohibidos. Han claudicados los intentos. El clima se retroalimenta, se va caldeando de a poco. Se suman los problemas y la comprende, comprende, tención se incrementa. Hasta que explota. Es un ambiente de violencia que jamás llega a ser explícita. Mucho menos física, por eso es que se producen estos accidentes.
Mantienen la misma secuencia que los accidentes comúnes. Una decisión acompañada de la negligencia. Pero con un toque de humor, aunque sea de color negro. Pues aquí es la torpeza la que se gana el protagonismo. Un paso perdido en esos miles que se han dado a diario. Este es el complicado, el que produce el accidente. Un resbalón y el golpazo. Los bordes de la bañadera. La sangre que se lleva toda la violencia del impacto. La misma que se gesta en el almuerzo tenso por los problemas no resueltos. Y que producen así el quiebre.
El asunto es complejo y pasa por entender las variables en juego para llegar a este punto. Los conflictos del mundo se saben introducir de una manera tan vil que explotan dentro de casa. Cuestiones humanas que no salen de esas paredes. Secretos que quieren encontrar la luz y chocan contra todo. Consciencias que pueden morir sin ser lavadas, perdonadas o arrepentidas. Y limpian sus culpas sin arrepentimiento. Con dolor y sufrimiento. De una manera no esperable. Un conflicto se alimenta de la energía de sus miembros. Los participantes son obreros de esa construcción torcida. El clima involucra tanto a protagonistas como a testigos. Todos terminan aportando su grano de arena. El elegido será el eslabón perdido, el más débil. O el más involucrado. Depende mucho de lo ocultado a los demás miembros del complot. Del horror. O de la intriga.
Un infarto anunciado. Una úlcera que se desangra. El golpe contra la ventana de esos niños que nadie cuida. Juegos violentos que terminan mal. Enchufes peligrosos que dejan al descubierto los cables pelados de algún miembro afectado por una enfermedad psiquiátrica. Son muchas las formas que adopta el accidente hogareño, desde el corte de un dedo hasta de los tendones o de la pierna. Una infección en las extremidades que ha comenzado en ese imperceptible suceso. Inadvertido. La fractura de la cadera de un abuelo cansado de ser el objeto abandonado. Alejado de los ideales de la sabiduría. Son tantas las intrigas que se han sembrado, que tarde o temprano encontrarán una forma de expresión.
Se los he presentado. Usted ya los conoce.
No es nada nuevo. Aunque es tiempo de pensar sobre las cuestiones que están detrás de estos accidentes.
Es el hogar el sustituto de las calles.
Es la luz roja la que no se respetó . 
 No se frenó a tiempo.

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