La
Humanidad tiene
una historia que contar. Una historia que desenmascarar. Para el bienestar de
las generaciones, para saber la verdad y dejar de engañar a las masas que
terminan sufriendo la desidia de los menos, que se creen más. Hay países llenos
de hipocresía. Hay territorios llenos de una energía oscura, con sus suelos
manchados de una sangre espesa, que se condensa con el paso del tiempo. Una
lengua de fuego que no puede decir las verdades que ocultan los secretos.
Un mapa distinto, de un planeta escondido. Centros de una cultura que
profesa mentiras y comercia con la vida. Y le paga el sueldo a la muerte.
Suelos enfermos de unas ideologías que lo justifican todo. Para el bien de unos
pocos, vendiendo escombros en vez de esperanzas. Países mentirosos que dicen
defendernos del horror, que llevan en el bolsillo trasero. Banderas que no
brillan ni flamean. Mástiles llenos de astillas y secuelas de esquirlas. Un
viento que no quiere pasar sus vuelos por esos cielos oscurecidos por las
tormentas del ego.
Deberíamos entender de la
Historia, para saber que ciertos tiempos se han dado en
algunos espacios. Que ciertos secretos se han ventilado, como fuegos
huracanados llevando sus estragos hasta las orillas lejanas de los acilos
comprados. Una nacionalidad con falsa identidad, un tesoro escondido que paga
el precio de lo prohibido. Albergar al enemigo de la Humanidad, brindarle los
locales principales en sus avenidas centrales. Y toda la publicidad a una
comida llena de chatarra y mentiras que se arrastran en una mediocridad
importada en container.
Deberíamos saber que la mentira no sólo tiene patas cortas sino letras
extensas. Que la hipocresía sabe llenar bibliotecas enteras con sus versos
analfabetos y vueltos comprados. Como si fuéramos ratas viviendo en un
alcantarillado, por debajo de la luz y la realidad cruda. Lamentablemente este
suelo esta manchado. Vendido y comprado por quienes no son respetados, por
quienes se han ocultado de la verdad, de la justicia y de la Humanidad. Porque
no pueden dar la cara.
Gobiernos que han negociado con su patrimonio y con la soberanía de
todos los demás. Que hostigan a su gente con impuestos pudientes, mientras
negocian su libertad y le venden a quienes no deben, lo que no nos dejan tener.
Asesinan para esconder, estafan para poder, negocian para vender el alma de su
pueblo, poniéndole precio a su sangre, de generaciones y generaciones. De los
que existieron y de quienes van a existir. Estos que no podrán salir de esta
jaula no tan imaginaria, donde nada es lo que parece, donde todo se vende, pero
a esos pocos que pueden pagar el precio de la hipocresía, de la mentira,
monedas corrientes de la muerte y la crueldad.
Soberbias por limitad, omnipotencias por desenmascarar. Impunidad por
detener. Miles de muertos a sus pies. Y cruces en sus espaldas. Matan y matan a
los cuerpos y a las inocencias, a la esperanzan la encierran en una comisaría
abandonada en un pueblo fantasma. A la justicia la ciegan con un billete de
cincuenta, falso por supuesto. Y al encuentro entre seres queridos los permiten
un domingo, en el cementerio de la
Recoleta.
Hay países llenos de hipocresía en sus venas. Que no pueden decir nada
de la soberanía.
Si la patria supiera lo que están haciendo con ella.
No dejaría que
cualquiera llevara sus riendas hacia el abismo de la traición.
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