Parece que el enemigo está en casa. Las personas en pareja, en familia o las que están solas, todas se quejan del día a día. Todas llevan sus vidas a cuestas y necesitan buscar una alegría afuera, o algún sentimiento que los llene por dentro, y sólo los vacía. Una alternativa que complica, convirtiendo una salida en un problema serio. Porque terminan siendo ellos mismos sus propios enemigos. La culpa es de la rutina, de esa tranquilidad que todos buscan. Hasta el aburrimiento.
La humanidad lleva al conflicto como esencia. Si bien tantos intentan lograr una unidad interna, a través de las religiones o de las filosofías, o formas de vida más unificadas con el planeta o lo sano. Todos sabemos que el conflicto es parte de nuestra esencia, que somos pura dualidad de todas las maneras, y que no podemos sortear esa parte crucial de lo que somos y siempre hemos sido. Evolucionar no es superar la dualidad, sino aprender a vivir de ella. ¿de qué manera? Día a día. Entendiendo de qué estamos hechos y sabiendo que esos aspectos tienen una razón de ser, que algo están haciendo en esa parte de nuestra vida. Y que extirpar es el peor error de la Humanidad. Los resultados están a la vista.
El enemigo no es la rutina sino la insistencia en la pelea contra esas diferencias que encontramos a diario. Insistimos en algo que no tiene mucho sentido, porque nos peleamos cuando debemos entendernos, porque usamos el poder para tratar de someter, por el miedo que nos da saber que puede ser al revés. Y es así, todo el tiempo.
La solución más sencilla de la humanidad siempre fue representar (o inventar) un enemigo en casa. Desde la vida más sencilla hasta la vida de las grandes potencias, siempre pensando, siempre pregonando que hay un enemigo en casa del que nos deben proteger y, gracias al cual, se justifican las acciones más aberrantes. Y las más pervertidas. Eso es lo que genera, así se justifican las mentiras cuando el enemigo se inventa en casa, cuando se pelea uno contra la propia sombra, contra la propia vida. Por miedo a la diferencia, por miedo a nosotros mismos, por miedo y nada más que por eso.
La rutina simplemente es la secuencia de los eventos, es el paso del tiempo y la consecución de los hábitos que nosotros implementamos, cometiendo todos los errores de siempre, como por ejemplo el uso excesivo de alguna estrategia que nos había servido. La defensa sirve en un punto y en una medida. Su uso excesivo y cotidiano no nos lleva jamás a buenos resultados. Nos termina metiendo en nuestra propia trampa.
Esas relaciones que se basan en paliar otros males peores. Y que al final, son trampas mortales que asfixian.
El enemigo en casa no es la rutina. Son los propios fantasmas, las cuestiones no asumidas.
Y como nos planteamos una nueva política de plantear una solución al final de cada cuestión, si quiere saber a qué le tiene miedo, piense en lo más rechazado de su compañero de al lado, y podrá saber a qué le teme tanto, de sí mismo.
El espejo de todos los días. EL fiel reflejo de lo que vamos haciendo con nosotros mismos.
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