La psicología debería empezar a admitir la existencia de experiencias espirituales. Nunca debería haberlas dejado fuera de su objeto de estudio, pues son una parte fundamental del hombre y sus circunstancias. A veces pareciera que la psicología o los psicólogos caen en esas enormes contradicciones al tratar de dejar afuera estas experiencias pues mucho tienen que ver con la psiquis, la trascendencia, la profundidad y el inconsciente. Y conserva una relación muy directa en la determinación de muchas patologías.
No sé bien en qué momento la psicología se alejo de la espiritualidad, si queda claro que sucedió antes que el hombre lo hiciera. Y es uno de los errores mayores que se han producido, pues debería ser tan amplia como la filosofía en su forma de estudiar, abordar y trabajar. Es muy difícil establecer una separación entre las experiencias espirituales y las psicológicas, tan difícil como dividir el cuerpo y la mente. Divisiones obsoletas de un hombre que vive fragmentado, o lo han sacrificado en nombre de la ciencia. Si hay experiencias que no se pueden tipificar, no se puede llegar a la conclusión de que dicha experiencia entonces no ha sucedido. Es clarísimo que si no abrimos la mente, la psicología pierde lo mayor de su esencia, aquello que se vivencia en la trascendencia del ser humano.
Es un hecho diario que la mayoría de los pacientes traen al consultorio experiencias que tienen mucho de espiritualidad, sin ser religiosas, ni hablar necesariamente del más allá. Traen la trascendencia y se cuestionan por el sentido. Hablan de lo profundo y de la historia que conlleva una mirada abierta hacia los extremos de la psicología. Mirar más allá de la individualidad y ver que pueden perdurar los conflictos y algunas situaciones, que se han sucedido hace muchas décadas atrás. Es un esfuerzo dejar afuera estos acontecimientos, pues un psicólogo debe seguir los planteos que le hace su paciente, no puede cortarlo ni mucho menos mutilarlo con la mera excusa de que eso no puede haber sucedido, o que no le corresponde a su tarea profesional.
La mente todo lo conserva, todo lo atraviesa, está en todo. Así como tiene injerencia en el cuerpo, la tiene en el cielo y sus fronteras. Pero para poder incluir a la espiritualidad en la psicología, deberíamos redimir a ambos mundos manoseados por estos tiempos modernos y por una ciencia a la que le cuesta abrir su mente. Una visión miope.
Será un tema de otro artículo poder definir nuevas fronteras. Aquí sólo quiero resaltar que si son experiencias cotidianas entonces deberían ser incluidas en los divanes del consultorio. En todas las experiencias participa la consciencia y el subconsciente. En mucho tiene que ver el inconsciente en estas determinaciones. No podemos seguir cerrados pues estamos coartando la libre expresión. La psicología es una ciencia cuyas demostraciones pueden ser diversas, no necesariamente objetivas. Sería una tontería pensar que se puede objetivar si del hombre estamos hablando. Es tiempo de no temer más a estos sucesos que desconocemos. Así podremos llegar a entender más al ser humano. La psicología es la herramienta fundamental, la que nos posibilita un acercamiento y un entendimiento a las fronteras y al contenido de la mente humana, sus aspectos y sus sentimientos, parte de las experiencias espirituales.
¿Acaso los sentimientos fueron dejados afuera? Es imposible separar una sensación de una representación. ¿No hay mente que sienta, ni se emocione? Pero de esas razones la psicología ha hablado poco. Sería ridículo pensar en formar una nueva ciencia de lo emocional, separado de lo mental, y así seguimos con las fragmentaciones. Las emociones, la mente y el espíritu son una y la misma esencia, costados de la experiencia que la psicología debería incluir. Una forma de vivir más completo al paciente.
Ellos son como uno. Y la psicología así lo demuestra. No seas más una ciencia pequeña, demuestra tu grandeza al incluir lo desconocido, perderle el miedo tan temido y poder llegar a lo más alto.
La psicología va madurando. Ya son varios los psicólogos que la han incorporado.
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