El síntoma como eslabón de recuerdos; el eslabón perdido de la memoria, en donde todos buscan recuerdos verbales o visuales, está el síntoma.
¿Hasta dónde la amnesia de la infancia, de los primeros años es tal? Y no podemos empezar a pensar que esa amnesia, en realidad, está vigente en la cadena diaria de síntomas que, como eslabones de recuerdos, se encadenan a los visuales y verbales (frases o imágenes oídas y vividas), pero que en silencio se desencadenan en lo cotidiano.
Es loable pensar que esa amnesia no exista. Que estemos frente a una forma de recordar que no pasa por los códigos racionales, sino que pasa por los rangos afectivos. Esas sensaciones, dolores y síntomas que producimos, ya no son sólo expresiones de una enfermedad, son expresiones de la memoria infantil. Que vive entre nosotros, atemporalmente.
El dolor es de un recuerdo doloroso. Pero, el dolor también es el recuerdo doloroso, en sí mismo. Y no como expresión de algo más. El síntoma deja de ser la expresión de esa enfermedad y pasa a ser un recuerdo más. Por lo cual, el recuerdo ya no tiene solamente forma visual o verbal, son recuerdos sentidos. Y si son dolorosos, se parecen a los síntomas. Síntomas de una historia dolorosa. Por eso, algunos síntomas, como los psicosomáticos, no tienen recuerdos asociados, porque son en sí mismos el recuerdo condensado de épocas en que aún no había palabras. O de cosas que no podían ser dichas, porque la forma en que debían ser vividas era así, sintiéndolas.
Nuestra mente es tan racional, que pretende que los recuerdos se adapten a sus formas. Recordar es esa imagen que se aparece, o esas palabras que repiquetean en mi cabeza como mandatos absurdos pero flagelantes. No, estamos equivocados, somos obtusos o recortamos demasiado la amplitud de nuestra mirada. Hay recuerdos que tienen forma sensible, dolorosa, sintomática; afectan aún a nuestro cuerpo, como cuando la memoria trae del pasado un recuerdo doloroso y nos angustiamos. Esta vez, la memoria lo trajo, pero en forma corporal, física, sentida. Si ambos recuerdos son dolorosos, ¿por qué a unos los llamamos síntomas y a los otros no? Coincidiremos en que ambos son sintomáticos de historias dolorosas, pero en sí mismos, ambos no dejan de ser recuerdos. Pasado que vuelve, que afecta nuestro presente, actualiza un afecto o sentimiento y tiene múltiples asociaciones. Los síntomas, como el psicoanálisis los ha llamado, también.
Si lo vemos a nivel de las patologías, la correlación se mantiene; es más, se hace aún más estrecha. Cuando más grave es la patología, más aumentan los síntomas físicos o inexpresables vía verbal, como es el caso de las patologías borderline, las narcisistas o las psicosis. Pero la evidencia más sólida la dan las patologías psicosomáticas y los accidentes, aquellas personas que durante toda su vida sufrieron accidentes y que se repiten.
Este planteo no desconoce todos los avances propuestos por las diferentes ramas de la medicina y el psicoanálisis, sino que busca agregar una pista más en la prosecución de soluciones y curaciones a las tan acentuadas patologías que se van observando en estos tiempos.
Si buscamos por otros caminos, los recuerdos aparecen. Los cuerpos no cesan de hablar, como las bocas no dejan de enunciar palabras. Solo se requiere una buena escucha, descifrar los mensajes y escuchar los síntomas. Dejando de lado las descripciones de las enfermedades hechas por la medicina, Lacan plantea la cadena significante, un lenguaje que condensa y desplaza, y que, como un universo, puede significar lo que quiera en donde quiera. El cuerpo esta significando. Los síntomas son recuerdos, no sólo expresiones patológicas de órganos que no funcionan bien. No son sólo desajustes del psiquismo. Los síntomas son parte de la memoria. Los síntomas son recuerdos. Algunos más, de la cantidad que nos acordamos.
Mucho nos han enseñado sobre la memoria. Recuerdos y engramas, representaciones y afectos. Pero poco se ha escrito de la memoria corporal en sus múltiples formas. Tal vez, mucho nos confundamos en el diagnostico de los síntomas, y mucho más peleamos por borrarlos del mapa físico y mental del paciente. Cuando, tal vez, sólo se trata de revaloriza su lugar de recuerdo. Para lo cual, ya no se necesita removerlo o eliminarlo, sino simplemente “recordarlo”, como si fuera cualquier otro recuerdo visual que, como piezas del rompecabezas, historizan nuestras vidas. Que aparecen en momentos oportunos, pero molestan a conciencia.
Las posibilidades de considerar al síntoma como un recuerdo, nos abre posibilidades terapéuticas distintas, que serán desarrolladas en una segunda parte de este artículo. Con sólo pensar que la memoria es como un cubo mágico con diferentes colores en sus caras, se requiere de paciencia y ciertos movimientos para que la continuidad de las mismas deje de angustiar. En esa interdicción, en ese cruce de diferentes colores, es donde cambia el código o la frecuencia. Recuerdos visuales, verbales o físicos. Y la confusión con el síntoma, concebido como expresión de una enfermedad, se produce allí donde el recuerdo es doloroso y atormenta.
Muchos caen enfermos de dolor. De recuerdos no escuchados. El eslabón necesario para que se produzca la enfermedad, cuyo sentido es la historia.
El síntoma, recuperado en su significación de recuerdo, es el eslabón perdido en la cadena de recuerdos. Llena esas lagunas mnésicas. Conserva todas las propiedades del síntoma, con sus beneficios y goces; en tanto que el recordar en si y sus variadas formas de reminiscencia y añoranza, conservan mucho de goce, y mas de beneficios. Dinámicamente, el síntoma se comporta al igual que el recuerdo, y viceversa. Sólo hay que dejar de lado la mirada bidimensional e incorporar las tres dimensiones.
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