Porque nos lo merecemos. Una triste respuesta, tal vez un poco injusta. Pero es cierto. Nosotros somos los responsables de no cuidar la reputación ni el nombre de la profesión. Nos falta unidad y un poco de criterio al momento de hablar fuera del consultorio. Es cierto que la psicología se presta, como otras profesiones, a la popularización, a la charla en la quinta con cualquiera que se atreve a preguntar. Pero los psicólogos deberíamos cuidarnos más, entre nosotros.
Tenemos mala fama, debemos asumirlo. Aunque sea injusto, pues pocos son los que hablan. Y muchos reconocen el bien que hacemos. Nuestro trabajo es silencioso y la fama nos grita por ahí. Nos echan en cara el exceso de análisis, mirar demás e interpretar a cualquiera fuera del ámbito adecuado. Pero algunos deberían aceptar que son ellos los que buscan respuestas y nos hacen hablar. O toman prestados instrumentos que deben ser usados con mucho cuidado y respeto (como el complejo de Edipo).
Tenemos fama de soberbios o de creídos por ser capaces de analizar a las personas, las que son como uno. Un argumento cuyo fundamento no es válido, pero tienen razón por lo que dicen. La capacidad de analizar no da superioridad, mucho menos si es usado mal, con negligencia o estupidez. Algunos profesionales dan cátedra por ahí, fuera de las universidades, a sus familiares, amigos o pares de mayor antigüedad, pero la culpa no la tiene la psicología ni los demás psicólogos, sino las propias carencias que cada uno lleva. Los propios agujeros que se intentan llenar con una profesión que tiene autoridad, pero no para eso.
Nos acusan de no trabajar. De hacer lo que cualquiera puede sentarse y hablar. Que sólo usamos el sentido común y que no pensamos. No levantamos bolsas en el puerto, eso es cierto, pero el trabajo mental con los problemas o las enfermedades también son o deberían ser considerados un trabajo forzado. Pocos son los que dicen esto y se ponen de este lado. Aunque sea un solo día siéntese a escuchar todos los dramas que uno encuentra allí. No se crean que es tan cómodo el lugar. Es sumamente valioso, y para quienes lo vivimos con pasión es un aprendizaje constante. Es un trabajo y parte de la vida, porque no es posible separar todo cuando se termina el horario. Siempre se lleva tarea a casa, por más disociación que se implemente. Porque el sufrir humano es algo que acompaña aún en esas caminatas hasta nuestro hogar. Esto es algo a evaluar por quienes dicen que no trabajamos, en tanto que siempre hay tarea para hacer. No sólo con lo que nos pueda haber afectado, sino porque son personas a las que uno ve sufrir, y uno piensa y piensa cómo sacarlos de allí. Cómo cuidarlos sin que dejen de ser ellos.
Y encima cobrar. Otra acusación más, ¿De qué pretenden que vivamos? Es necesaria la existencia de los honorarios, para mantener en claro la mente del psicólogo. Para poder ofrecer cada vez más una mejor atención. Lo más lejos posible de las preocupaciones mundanas, para ocuparse de lleno de las preocupaciones del otro. Nada ajenas, pues las estamos compartiendo. Para eso debemos cobrar ciertos honorarios. Y si por casualidad o esfuerzo el éxito económico nos viene a visitar, es una responsabilidad, no es injusto ni deshonroso. No significa que uno lucre con el dolor del otro, no tiene nada que ver. Eso es pensar mal, no ver con claridad el verdadero trabajo. Es cierto y válido cuestionar a aquellos profesionales que sólo atienden en la hora de sesión y por teléfono han desaparecido. Pero también es cierto, que tienen una vida y nadie puede emitir un juicio sobre su libertad de acción. Es el paciente quien allí puede elegir si cambia o no de profesional. No se olviden jamás de eso, pueden cambiar si la atención no les resulta. Si les da fiaca contar otra vez la historia, deben hacerse cargo si no cambian y no juzgar al profesional. Al cual le pueden plantear las objeciones que quieran. Están en su derecho.
Tenemos mala fama por los errores de algunos, o sus formas de atender. Es injusto que la falta de prestigio recaiga en la profesión, pues todos mueren de intriga y quieren saber qué dice la psicología de sus cuestiones personales. Y deben contemplar a los profesionales que pueden equivocarse o deben aprender. Son como otros ejerciendo sus estudios y adquiriendo experiencia. No es perdonar al negligente. Es aceptar que no son perfectos. Sino pecarían de soberbios o serían insoportables.
Hay una falta que es grave entre los profesionales de la psicología. No hay espíritu de cuerpo, no estamos integrados más allá de estar o no colegiados. No defendemos la profesión, y le pegamos a cualquier compañero de carrera. Posiblemente haya demasiada competencia. Y ese vicio terrible de ser salvajes con las interpretaciones. La paja en el ojo ajeno no es clínica, es cinismo. Es una intromisión en la vida privada del otro que está allí, y no para ser juzgado. Una injusticia que vemos a diario. Son las peores agresiones pues se meten con la vida privada, desde afuera, utilizando instrumentos de salud para hacer mal.
Si los psicólogos nos cuidáramos entre nosotros podríamos revertir la mala fama que tenemos. Pues todos consultan, más allá de ir al consultorio. Y nuestra profesión no es reemplazable por la amistad ni por el consejero ni el sacerdote. El psicólogo tiene una mirada muy distinta, una forma de acompañar más cercana y las herramientas para ayudar, por lo cual muchos que consultan se van agradecidos.
A pesar de la fama muchos seguimos comprometidos. Nos escapamos de la casería de brujas y no bajamos la mirada.
Es un orgullo ser parte de esta profesión. La hacemos con el corazón. Y le aportamos al otro. Allí está el gran valor, la fuerza para soportar las críticas y las injurias.
Ser psicólogo es un honor. Llena el corazón de orgullo.
Muy interesante articulo, en verdad.
ResponderEliminarTodo comportamiento sexual tiene, sin discusión, una razón actitudinal detrás. Todos los comportamientos negativos, erróneos, vienen anclados a actitudes pasivas y creencias de las mismas a través del tiempo.
ResponderEliminarSon justamente esos procesos los que limitan nuestras capacidades, y la Psicologa online clínica se encarga de determinarlos y enfrentarlos para la búsqueda de nuestra plenitud.