lunes, 19 de noviembre de 2012

El secreto familiar. Una herida que no cierra.




Conozco un caso, pero se que hay miles. El secreto es uno de esos tesoros mejor guardados que jamás he visto. Hay familias destruidas por el empecinamiento de aquellos que prefieren conservar el secreto. Aunque sea la dignidad una gran perdida, la honestidad una desaparecida, el amor un sacrificado. Muchas veces lo he podido entender, pero en este caso no fue así. Eran varios los secretos, sobre una vida.

Una familia se disputa una vida. Entre los negocios y la criminalidad, las mentiras se reúnen conformando un estilo. Se sientan a cenar durante años sin mirarse jamás a los ojos. Miradas que no quieren ver más allá, intrigas que se ríen a carcajadas y se burlan de una inocencia, que poco puede entender. Una niña crece entre ellos, asustada y preocupada. Es agredida sin palabras por el silencio que le susurra mentiras hasta que un día el sol sale. Eclipsada una vida.

Son varios los secretos que su psiquismo debe desenterrar. Un pozo que no muestra nunca su verdadero fondo, mientras sus manos embarradas ya están cansadas de tanto dolor y mugre. Se ha cortado, se ha hundido, se ha arrancado. Busca un sentido pues elije la libertad. Es admirable verla luchar, son fríos esos muros. Ella cree que ha perdido mucho al rebelarse a esas reglas, casi leyes de una vida entera sembrada en el asfalto de un camino desolado. Ella aún no puede ver que la lucha la hace cada día más fuerte. Si pudo observar como esos secretos destruyeron todo en su insistencia por salir. Como siempre, ellos avanzan, no soportan la oscuridad ni permanecer sepultados. La verdad se inmiscuye entre las rajaduras y las grietas se abren para convertirse en tumbas.

En este caso, ella sufre muchísimo por conocer la verdad y por saber que con ella juegan a las escondidas. Le muestra su rostro y le da vuelta la cara. Desolada, angustiada tropieza con sus propios pasos, signos de que no puede caminar más. Está cansada de tantas mentiras, de tantas desdichas que le dan la espalda. Se siente sola y es verdad. Aunque las sombras siempre la han acompañado, sin que se diera cuenta. Han atravesado con ella la adolescencia y la han observado formar su nueva familia. Pero el estigma la señala aún como la predestinada a desenterrar las miserias. Es su cruz. Es su karma. Tal vez la única manera de resolver la historia y construir una vida nueva. Busca justicia pero encuentra sobornos. Las huellas negras llenas de petróleo. Miles de preguntas que brotan en esos huecos de una historia que sigue susurrando misterios.

Nadie da la cara. Nadie cuenta nada. Insisten en complicar terriblemente la búsqueda. Tal vez es una forma de morir con los secretos, que condenan sus días. Son varios los que dominan las tramas de esas vidas, llenas de oro y dinero incapaz de comprar un minuto de paz, ni una dignidad en el quiosco de la esquina. Arrojados están a la pobreza, una de las miserias del alma corroída.

Es difícil comprender que una madre le haga algo así a su hija. Que un padre prefiera sostener el secreto sabiendo que la condena la pagará su descendencia, sus hijos y sus nietos. Que el quiebre y el hundimiento durará varias generaciones. Ocultarle con sinceridad (a ella se lo ha dicho), jamás le dirá la verdad que necesita para poder vivir. No la dejará ni un minuto sola. La ha condenado. Le ha atado las manos, a ella le cuesta trabajar. Poder ganarse el pan de una vida digna, con tanto pasado oculto en los callejones de una ciudad que no quiere develar los misterios y sus secretos. Es la corrupción, la transgresión o la mentira. Fue la prostitución o el descontrol de una jóven sin límites ni frenos. El dinero, la pasión; el poder o la elegancia. A ella ya no le importan las causas, solo poder desenterrar el dolor. Sacarle de las garras su corazón que tan mal tratado ha sido.

Quiere liberar sus alas de tanta dura incomprensión. Uno cree que jamás puede haber razones para hacerle algo así, a una persona cercana, mucho menos a una hija.

Conozco un caso y duele verla sufrir.

En sus muros se escuchan crujir, son varios los secretos.







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