lunes, 19 de noviembre de 2012

Hay ciertas huellas que el mar no borra




Hay ciertas huellas que el mar no borra. Hay unas secuelas que el tiempo no elimina. Quedan, perduran. Se inquietan pues nada las quita del suelo arenoso. Una piel que sabe brillar con el sol, pero en momentos de dolor solo sufre las consecuencias. Una herida abierta. Angustia que fluye.

Se supone y uno lo escucha seguido, que el tiempo cura todas las heridas. Es una gran mentira, a mi no se me han pasado. El mar ha transitado demasiadas veces por aquí. Se ha llevado muchas cosas, pero me ha dejado estas cicatrices. En sus remolinos y sus vueltas me ha confundido con sus historias y me hundió hasta el fondo. Con una sola ola me arrojó a la orilla, llena de rocas y obstáculos. Piedras en el camino. Se ha llevado enojado, mis amores más platónicos, mis ilusiones como un robo, me las arrebató de las manos. Dicen que el tiempo lo cura, pero estas hendiduras en la playa aún siguen intactas.

Hablo de mí para no hablar de ellos. A quienes el mar les moja sus pisadas, les acaricia como si nada el borde del talón. Un Aquiles moderno, que no percibe los besos de un amor oceánico. Su perdición en lo profundo. ¿Quién no tiene en el cuello las heridas del tiempo, impregnadas con perfume?

Esas huellas no se borran. El mar las adora pues insiste en visitarlas. Una y otra vez les pasa con su voz por los oídos. Les habla en la madrugada, apenas asoman los rayos del nuevo día. Y es la primera que las deja, al caer la tarde. Cuando se enoja parece ser que todo se lo lleva. Pero sólo es una reacción de un carácter a veces podrido. Pura espuma, sin peligro. Ya pronto se le pasa el enojo. Y yo no salgo del asombro, pensé que se las había llevado al fin. Pero no, me las ha dejado como una escollera de recuerdos. Tal vez es tiempo de pensar que la solución exista pero no en el mar, como una esperanza reposando en el horizonte. Por donde el sol se esconde. O se ríe de mí.

Me parece que encontré la forma de borrar todo. Allí cuando me hundí vi algo que en ese momento no entendí y ahora pienso con claridad. Era un cofre lleno de recuerdos. Deshechos de un barco que anduvo pirateando por mis mares. Sirenas en un acantilado. Comprendí que sólo me queda perdonar y dejar todo atrás, sin esperar más nada. No moriré en la soledad por lo que aquellas olas me han hecho. Tal vez así salga a flote y pueda disfrutar del mar. Comprendí que es fundamental perdonar y perdonarme. Ya no hace falta esconder más los secretos en el fondo de mi alma, donde se contamina y se oxida, por la corrosión y el tiempo.

Es eso.

No quiero ocultar más mis secretos. Por más que ahora se hayan transformado en miedos a amar y ser amado.

Ahora si, las huellas han desaparecido. Toda la playa vuelve a ser la misma. Una piel extensa sin marcas de pisadas. Ya nada queda de aquellas experiencias de maltrato, humillación y dolor.

Está lista para recibir a la primera visita del día.


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