Algunas personas se quejan de esa falta de "hormigueo en la panza" surgida cuando están conociendo a alguien, o recién saliendo. Esos tiempos que, en el momento, no son los más lindos pero que luego se extrañan. Esta sensación expresa y grafica esa adrenalina que se va perdiendo con los años o con la codicia de afecto. Como si el amor se desgastara, cuando es uno el que ya no gasta la suela de sus zapatos y le entrega el alma al diablo. Y no al amor de su vida.
La necesidad de adrenalina se filtra en la vida cotidiana corrompiendo esos sueños que los habían unido y empieza el aburrimiento como el juego de todos los días. Uno los ve sentados en la mesa, desayunando en el bar de la esquina, cada uno con su diario, cada uno para su lado, sin compartir ni siquiera la cuchara. Ni una mirada, ni un comentario sobre las noticias. Y uno, los mira y se pregunta tantas cosas. Uno los mira más de lo que ellos se miran y piensa en el camino que deben haber recorrido como para llegar a eso. ¿Cuándo se empieza esa caída?
Y en eso se escuchan los planteos, se sabe de los amantes o de las historias con su secretaria. Una doble vida que sale el doble de caro, con un precio impagable, salvo que se le haya entregado el alma al amo de los escándalos en el imperio de sus infiernos; donde el peor pecado no es la lujuria ni la avaricia, es el aburrimiento. Ese tedio de silencio donde no se cae una sonrisa ni siquiera del bolsillo. Ese tremendo encierro donde la jaula es de barrotes neutros que ni siquiera generan el frío de la soledad. Es más un zumbido que aterra con perspectivas abiertas hacia una caída sin lugar de llegada.
Es entendible pensar en esa necesidad de adrenalina, algo que le devuelva la vida a esa persona que está perdida entre tanta nube gris que encierra los ojos entre unas orejeras de caballo anclado a un carro que se luce por las calles de Palermo. ¿Alguna vez se han detenido a observar el gesto de esos caballos? Los que llevan en su pasado un carromato pesado y chapado a la antigua, mientras sus lomos ya no transmiten lo salvaje de algún momento, aunque haya sido de potrillo. ¿Cuántos andan así por la vida? Arqueados por estar demasiado tiempo mirando el piso, por no mirar a la cara ni a los ojos de su espejo; dolidos por la joroba de tanto joderse la vida (y perdón por las palabras); despertando el entusiasmo de quien tiene sangre en las venas para salirse de esa condena y poder respirar aire puro. Aire que se llama adrenalina, aire que llena de vida sus pulmones y es una visa hacia otro país, sin extradición.
Efectos de la vida cotidiana con poca vida y muy rutinaria. Con poco perfume en el aire y mucho de dolor en la duda que se acuesta a ambos lados.
Esperando el trago amargo. O su medicina.
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