El verdadero potencial, la gran riqueza de la mente se encuentra en los sueños. Los auténticos sueños, los que se recrean en la noche y se regeneran día a día. ¿Alguna vez se puso a pensar cómo la mente genera esas imágenes que jamás ha visto? En los sueños es vívido, crea intensidades que no se han percibido, crea una realidad que no se ha vivido, genera detalles que no existen en ninguna parte. Pero allí si.
Una maquinaria que puede más que la Realidad misma. Capaz, en forma independiente, de crear todo un mundo paralelo, con diez paralelos más. Y llegar a despertar sentidos que no se tienen, porque en muchos sueños uno siente cosas que no están concientemente en las posibilidades. Y no es poesía, ni es ficción. Es la capacidad de soñar. De ver todo, sin poder explicar cómo está sucediendo. Y la limitación la vemos cuando intentamos poner en palabras un sueño, sabemos de entrada que el intento es banal, porque es tanto lo que se escapa al relato, que casi no tiene sentido contarlo. Mientras, el cuerpo lo sigue sintiendo. Una capacidad impresionante.
Una fuerza admirable. El verdadero potencial, en el sueño, queda expuesto.
Allí uno puede medir las condiciones y las capacidades de una persona. La versatilidad para soñar, la modalidad para recrear condiciones totalmente distintas. Brillos y colores con profundidades jamás vistas por el ojo. ¿Con qué se ven entonces? Es el ojo de la mente el que siente, durante el sueño, lo brillante de los reflejos, la intensidad de los matices, la profundidad de las oscuridades. Una mente que, a la vez, intuye mientras está soñando. Una mente que se mueve, cuando está percibiendo. Que habla consigo, mientras piensa y siente las palabras de los demás. ¿Cuántas caras tiene? Pensar que si viviéramos así (como vivimos los sueños) nuestro mundo sería tan intenso, que los colores serían emociones, y las emociones océanos para los sentidos.
La mente conserva esas reglas, para cuando se deja de pensar lo cotidiano. Y mezclas escenas y vivencias para transmitir un mensaje que va mucho más allá de todo. Algunos inocentes, tal vez aterrados porque saben de esa realidad, me mandan a averiguar a mis sueños lo que ellas saben perfectamente. Como si fuera a sacar de la caja una información que se vive, a diario. Si pudiéramos vivir de otra manera, dejaríamos salir a la mente que sueña. No la que revolotea por algún lugar, inespecífico, sino por la realidad, por el mundo de lo concreto.
Soñar es desplegar las alas. Para poder volar, no para sólo imaginarnos el vuelo.
Porque la mente inventa cielos que no existen. Pero que allí están.
La mente sabe cuál es la fuente, que nosotros desconocemos. Entonces llego a una conclusión, un poco extraña para lo que venía escribiendo. El hombre elije ser un pequeño, con mente limitada, para que no se salgan las cosas de un control, que lo único que hace es limitar.
El hombre le teme a su mente, porque sabe el potencial que tiene. Porque sabe la maravilla que hay dentro de ella.
Tenerle miedo a los sueños, es tenerle miedo a la vida.
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