martes, 18 de diciembre de 2012

El valor de las pequeñas cosas. No alcanza.

Escrito por Juan Cruz Cúneo.

Tanto nos han enseñado sobre el valor de las pequeñas cosas, pero eran otras épocas. Hoy parece que nada alcanza, hoy, en esta Argentina inquieta, parece que ni las pequeñas ni las grandes cosas pueden llenar la vida cotidiana. ¿Motivos? Muchísimos, por todos lados, pero básicamente el vacío con el que intentamos llenar ese espacio que no sabemos, ese hueco del deseo que no sabe lo que quiere.

Dicen que el día a día está hecho de pequeños gestos, cuando hay un trasfondo valioso, cuando hay un sentido detrás de todo eso. Dicen que las pequeñas cosas llenan el alma y, sin embargo, tantas personas piden más. A tantas personas nada les alcanza. Y la razón fundamental es que no están viviendo la vida que quieren. No pasa por un proceso de “autoayuda” donde les digan que deben volver a empezar, o que todo se puede en la vida. Seamos honestos, seamos sinceros y aceptemos que no siempre se puede cambiar todo. Que nada les alcanza porque en realidad no saben lo que quieren. Y se ve por todos lados. Personas que piden lo mínimo, para después pedir más. Personas que no se cansan de maltratar a quienes los tratan bien, por el simple placer de llenar ese vacío de poder.

El valor de las pequeñas cosas, en la vida cotidiana, no alcanza si no hay un sentido detrás de todo esto. Ese hilo que está uniendo los caminos detrás de escena. Sin ese compromiso, esa es su real palabra, nada tiene valor en sí mismo, porque el contexto es quien le da su valor a cada suceso, a cada acontecimiento, a cada gesto en la vida cotidiana. Un gesto de amor puede ser una ironía si el contexto es de conflicto y pelea. Las pequeñas cosas de la vida cotidiana están enmarcadas en un todo que empieza en aquel día de la decisión, esas decisiones que tomamos todos los días y que la mayoría se olvida. Ese es el punto de origen. Sin ese comienzo, el resto carece de sentido y desde allí el valor de lo pequeño se desvanece como una gota en el desierto.

Y todos muertos de sed.

Hoy en día, lamentablemente sabemos, que los pequeños gestos no alcanzan. Que se necesitan grandes movilizaciones, grandes energías para que se produzca un cambio. Una nueva vida.

La solución de todo esto no está tan lejos pero implica un esfuerzo del que pocos están dispuestos. Pero a ellos les cuento que lo hacen todos los días, evitando o negando, lidiando con todos los inconvenientes y pateando la vida para adelante. La solución de todo esto es que empecemos a valorar la decisión que estamos por tomar.
Ese es el valor de las pequeñas cosas. Ese es el motor de una vida cotidiana distinta, parecida al ayer y mejor que mañana. Sin creer en falsas esperanzas y sabiendo que tenemos trabajo por hacer.

Disfrutar del proceso para que el logro no sea causa de sufrimiento ni motivo de ansiedad. El valor nos alcanzará cuando empecemos a pensar lo que estamos haciendo.

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