viernes, 12 de octubre de 2012

El Yo. Más que uno


En el Yo se concentran miles de años transcurridos, aprendidos, padecidos y reconocidos. Una Historia es más que una historia. En uno se funden la de los demás que han pasado por allí. Eso es el Yo. En él más que él mismo. Se cree que el individualismo es posible, que la identidad es sólo de uno y no hay nada más allí. Se teme a la soledad, cuando en realidad es una imposibilidad absoluta. En uno conviven y coexisten muchos, que están y que ya se han ido.

 El Yo es más que uno. Es esos miles que en forma piramidal se van circunscribiendo y terminan siendo el círculo más íntimo de una persona. Su entorno es parte del Yo, tanto como el yo es parte del entorno. Entonces las visiones se multiplican a la hora de revisar los aspectos de uno. Es tiempo de empezar a considerar las dimensiones paralelas y perpendiculares que hacen punto en el yo. Porque de eso se trata, el yo termina siendo la concentración del todo en un punto, ese y no otro. Un punto con vida propia y totalmente distinto a los demás. Nunca la cadena termina en el mismo eslabón. Nunca será la misma. En ese lugar, en ese tiempo, con esa historia.

 El Yo es Historia, es tiempo. Es la concentración y el único punto del universo donde el pasado, el presente y el futuro se encuentran y son lo mismo. Forman una unidad que da particularidad e individualidad, a la vez que hay pertenencia e identidad. Pues algo permanece mientras todo transcurre y continúa. Eso es el Yo. Es esa posibilidad. Por eso es crucial y casi indefinible, en tanto esa definición es, temporal e instantánea, una fotografía en medio de una película. Un film que no termina hasta que no haya desaparecido el último.

El Yo es sus circunstancias. En el más que uno. Por ello la proyección es el mecanismo social por excelencia. Las partes del Yo se expulsan formando un arco hegeliano, una dialéctica de intercambio, que se consolida en una alimentación parcializada de los aspectos de cada uno de los yoes intervinientes. El medio, las circunstancias conservan mucha relación con el yo, por eso siempre a uno le pasa lo que tiene que pasarle, más allá de lograr saber o llegar a entender. Psíquicamente, energéticamente y físicamente esto se comprueba. Einstein logró descifrar en su Teoría de la Relatividad que las paralelas que se cruzan en el mismo punto son muchas mas que 4, desde allí planteó la idea de que las dimensiones son muchas más que las conocidas. Desde acá agregamos que las posibilidades de conocerlas requieren de órganos sensoriales nuevos, o sea, nuevas formas de captar y percibir esas dimensiones que aún parecen estar fuera del alcance lógico de una mente racionalmente limitada. En esas dimensiones se encuentran los demás aspectos del yo, que intervienen al mismo tiempo y con sus formas propias. Al igual que el Yo conocido, el que permanece en las demás dimensiones actúa, participa. En esos pliegues se encuentran el yo de la historia, el Yo histórico (que no es igual al anterior), el que vemos en el otro, del que escapamos a través de los miedos, con el que nos peleamos a través del enemigo, el que muere con los seres queridos y el que nacerá cuando empezamos a soñar con los hijos. En esos pliegues, las sombras no existen. Son vueltas, reversos e inversos. Idas sin vuelta. Y no es por ser reiterativo, pero en ese yo los demás son.

El Yo es una dimensión física. Y cuántica. Es un concepto vivo, cuya existencia nos excede, más allá del narcisismo. El yo, la persona y el sujeto no hablan de lo mismo. Ni siquiera al decir “yo” y señalarse el centro del plexo (o el tórax) uno sabe de quién está hablando. En ese lugar existen todos los que alguna vez pasaron por allí. Ese es el lugar físico de la concentración. Donde el Yo es más aún. Pero tampoco somos una masa unificada bajo el concepto. Es más que el todo y la parte. Fuera de ello, pues la nada queda incluida también. Sino el yo no sería.

En definitiva, allí donde se plantea que el yo es más que uno, es donde se encuentra en el Yo a la Nada. Su pura y absoluta posibilidad.

Si usted quiere ser… vea y sienta lo que no es. Y ese será su camino.

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