martes, 30 de octubre de 2012

Que hubiera pasado si......



Obviamente mi vida sería distinta. ¿O no? Tal vez el destino se hubiera encargado de llevarme al mismo lugar. Jamás lo sabré. Siempre me quedará la duda, husmeando por mi consciencia repiqueteando con sus preguntas y sembrando una duda que crece cada vez que me remito a ese día, en esa hora, justo en ese minuto que decidí. Porque decidimos, aunque algunos no quieran asumirlo.

Y de eso depende todo.

¿Qué hubiera pasado ese día? ¿Cuán distintas serían las cosas hoy?

Tal vez sea una pregunta con trampa pues uno es lo que es producto de sí mismo, lo cual lleva a tomar las decisiones de una manera particular. Soy esa cadena de decisiones que constituyen la historia de cada uno. Pero ese día…

Sabía que las cosas eran blancas o negras. Cara o seca. Izquierda o derecha. La flecha indica y el pensamiento determina. La historia se construye y uno puede arrepentirse en algún punto del camino. Los balances de fin de año nos llevan a reflexionar sobre las circunstancias que hemos atravesado a lo largo de estos días que ya han pasado por nuestras manos. Tal vez no exista arrepentimiento y ello sería una excelente señal.

La libertad es una gran dificultad. Un arma de varios filos, tantos como las opciones posibles. Ella es un problema cuyas responsabilidades pueden ser eternas, una detrás de otra. La libertad es una especie de ruleta rusa, si se toma a la ligera o se burlan de ella. Pues el otro camino se desconoce y las proyecciones son absurdas, ya es tarde.

Algunos corazones se lamentan por no haber pensado a tiempo.

Y la vida les ha cambiado. Ahora intentan torcer el camino que ellos tomaron aquel día, con esa decisión. Tan simple como compleja, tan torpe como brillantemente inteligente. Cruzar la calle sabiendo que no es lo adecuado. Dar un paso en falso y serle infiel al mismísimo mundo de pareja. No tiene sentido marcarle la cantidad de opciones que pueden existir cuando se tienen que tomar las decisiones. Sólo es conveniente asumir la responsabilidad y mirar hacia delante, y sin dudas, hacia atrás. La decisión de hoy es crucial, y depende del pasado que la ha construido.

Las encrucijadas son secuelas de un pasado dubitativo.

Y las preguntas como ésta son secuelas de un escritor cansado de pensar por qué llegó a este punto.

¿Cuándo decidí escribir esto?










domingo, 28 de octubre de 2012

En tiempos de tanto placer y beneficios..más depresión.




Nunca termino de saber si vivimos mejor o peor. No termino de entender una ecuación matemática, las cuentas son claras pero me dan al revés. A mayor placer y más comodidades la gente razonable debería vivir mejor. Sin embargo, y con horror, me sigo dando cuenta que vivimos peor que antes. Y cada vez empeoramos el tramo.

No entiendo al ser humano. Ni sus dudas ni sus costumbres. Algunos y algunas le temen al amor, eligen lo peor y después se quejan. Otros tantos padecen el maltrato y se quedan a esperar la mano que viene a pegar, en vez de buscar una caricia. A la gente que se olvida, le cuesta recordar, no quieren ni pensar que sus males están dentro. El beneficio es cierto, el placer llega a ser abrumador. Es que ya no tienen corazón, entonces les late el espacio vacío.

Cuando las venas se llenan de sangre, la ansiedad, que no es cobarde, domina el panorama. Encierra al alma, no la deja disfrutar. Cuando todo está al alcance de la rama, es parte del mismo árbol, el pájaro en mano se vuela sin rumbo ni destino. Estamos desarmando la historia. Cuando en sus principios nos enseñaban que la vida se trataba de encontrar la mejor manera para vivirla. Y que las épocas de vendimia traían alegría y festejos. Hoy, en este enorme desierto, todas las fiestas terminan a las trompadas. Alguno se emborracha, otros tantos consumen sus drogas. Mientras, en las sombras pasan cosas que no debieran. Ya ni en la escuela los chicos la pasan bien. Una depresión que ya se sienta en los primeros bancos de primer grado.

Cuando sólo estaba en las manos de los ancianos retirándose de este mundo.

Un efecto rebote. O somos hombres rebotando en los efectos. Tanto han fragmentado las cosas que el placer y la alegría no son compartidas, ni partes de una felicidad mayor. Duele el amor porque se siente demasiado. El miedo se ha apoderado de las sanas costumbres. Y por podredumbre la gente se lastima. Por las dudas. Por si se olvida y cree que sentir baja la guardia.

La sensibilidad no mata ni te hace más vulnerable. El amor se comparte, sino es puro narcisismo. El dolor se ha sentido, la perdida es incontrolable, la muerte es gobernable sólo cuando es la de uno. La soberbia se hizo cobarde y la omnipotencia nos ha lavado la cabeza. Haciéndonos creer que podemos contra todo eso, y sólo morimos empobrecidos.

La gente no ha sabido disfrutar. No ha podido armar las cosas para vivir mejor. El placer y los beneficios terminaron trayendo más y más depresión. Posiblemente porque le tenemos mucho miedo a vivir.

Y con la mano en el corazón, es una barbaridad que no sepamos hacerlo.








Pies sangrantes. Un paso que duele.




Sus pies dejaban una huella propia de su identidad. Una particularidad que pronto habría de cambiar su historia. Un secreto haría que sus marcas llevaran la sangre sin secarse. Una dificultad que no coagula. Un psiquismo que se desangra, gota a gota.
Aunque siempre fuera un poco transgresora y de cuidados supiera poco, esa noticia la haría cambiar para siempre, más de lo que quisiera. Desde allí una sucesión de acontecimientos que se le fueron de las manos, como las gotas que se derraman entre los dedos sin poder siquiera agarrar alguna. Su mente estaba colapsando, ya no podía procesar las circunstancias que su vida estaba atravesando. Las ideas no se podían imponer con fuerza suficiente. Unas decisiones drásticas marcarían con fuego en su alma una huella. Aquel bebé que nunca nacería.

Es terrible el poder del sufrimiento. Puede torcer las vías naturales de la mente y del cuerpo. Las emociones son torrentes que se canalizan, inundan y desarticulan. El daño producido busca incansablemente un responsable. Y ella siempre cae en la volteada. Un perdón que no llega. Un silencio que enmudece su vida, de a poco. El secreto la condena a un calvario, posiblemente injusto. Ella sabe más de lo que dice. Ella silencia sus días. Tal vez le teme a las voces que escucharía.

Pero no se da cuenta que sus formas de pensar ya no son las mismas. Acusa despiadadamente a los demás, por la falta de comprensión. Llora por todos los rincones de su alma. Ya no sabe qué esperar y espera todo de los otros. Se ha vuelto injusta. Sus pasos le duelen. Llevar a cuestas su historia hace sumamente dolorosos todos los pasos que debe dar, para continuar con una farsa que sola ha construido. Sin darse cuenta que en la soledad no hay compañía posible, ni comprensión ni consuelo. Sus voces la acusan. Y se llena de odio. Rencor implacable. Perdones ausentes. ¿Paz en plena guerra?
Quien guarda un secreto manchado debe saber que esa sangre no se seca y no forma cicatriz. Se mantiene fluida esperando un derramamiento, como en cualquier salvaje matanza. Una masacre en su psiquismo. Unas cuantas puñaladas en el cuerpo. Y los dolores que infectan esas zonas que delatan las matrices contaminadas por el mismo secreto. Que grita furioso. Quiere salir.

Las piernas no aguantan el peso de la ley. La mente ya no tolera ese espacio usurpado por el vacío. El pensar en paz se ha vuelto una tortura y ese es el verdadero sufrimiento que debe ser cuidadosamente curado. Las rodillas no pueden amortiguar. Y los tobillos se quiebran. Mientras los órganos de la vida no pueden engendrar ni siquiera a un Adán o una Eva. Los comienzos se vuelven finales. Exámenes impasables, por la mirada del otro. Mirar cara a cara se ha vuelto un enfrentamiento a duelo con la muerte, en el espejo. Esos pies se tuercen en el camino. Chuecos, planos y sin sendero. Se arquean y duelen mucho.

Sangran, como su psiquismo a cuenta gotas. Desarmándose en cada paso, en cada crisis de angustia. Mientras la fachada crea una farsa que ya pocos creen. No son malas personas aunque se sientan así. Nadie juzga ni siquiera sus pecados, pero se atormenta en las peores trampas del mar abierto. No llega a la melancolía, pero se encierra en otras enfermedades, que ya no la alimentan.

Esos pasos duelen. Sus huellas en sangre hablan de un secreto que deja su marca. En su psiquismo, enquistado en su cuerpo. Desgarrando la piel de su familia. Ácido corrosivo, silenciado por un pacto con el diablo.
Se siente, lo sienten. Sabe que es óxido que se come cualquier metal, por más dura que sea la estructura de sus huesos. En carne viva la angustia se contrae.

Mientras los pasos duelen. Y las huellas hablan por demás.

Una denuncia escrita con su propia sangre.









La mente no tiene límites.




La mente no tiene límites. Su poder es increíble, su poder puede ser abrumador. Su poder aún es desconocido en sus reales dimensiones. La mente no conoce las barreras que el cuerpo o la realidad intentan ponerle, de vez en cuando. Todo lo puede crear, todo lo puede imaginar, todo lo ha de soñar y, luego, solo queda realizarlo. Como un océano que alberga todo un mundo de especies, esa es la mente en su tamaño ejemplar. Porque puede reciclar, puede crear y volar. Puede hundirse y sumergirse, puede desaparecer y hasta enloquecer a su dueño. El alma no tiene consuelo, pues no siempre puede dominarla.

Muchas cuestiones se han abierto a lo largo de la Historia. De las cosas que se sucedieron sólo hay una responsable. La mente innegable que ha pergeñado todos los sucesos y sus aconteceres. Episodios inéditos, relevantes y sanguinarios. Salvajes y santos. Todo es obra de sus manos, en un cuerpo encarnado, que no logra contener semejante poder, tan inabarcable fuerza. La que despega, la que se eleva. Aquella que puede lograr una santificación, o la creación del mismísimo infierno. En la tierra.

Sola llega hasta el último rincón del Universo. Puede acercarse al cielo y sentarse a la derecha del Dios padre. Puede darle una imagen y vendérsela a millones de personas. Moviendo multitudes, arrojarlas a una cámara de gas. Maltratarlas y matarlas. Ella puede ser la locura máxima, la enfermedad intensa, la locura perversa, o pura e inocente. La mente todo lo puede, y debemos empezar a entenderlo. Porque sino nos convertiremos en simples sabuesos que no logran llegar a la presa. Una mente que despeja las grandes maravillas del mundo, que investiga con futuro cómo fueron las cuestiones del pasado. Que ha inventado los grandes misterios del Universo, mientras esconde en el letrero las claves de esas preguntas. Una burbuja que puede mantenerse aislada, que puede salir y abrazar a la muerte que pasa de visita. Y llorar muchas horas tendida en una cama, de la cual no levantarse jamás. La mente puede tirar una vida por la borda. Y salvar a otras en el mismo segundo. Una porción del mundo se le debe a sus ganas.

La mente casi no es humana. Por lo menos, la conocemos muy poco. Para ser sus dueños, somos ignotos dueños desorientados. Incapaces de tener entre manos un recurso tan poderoso, y saber utilizarlo para un fin generoso. Por eso entiendo que pocos sean los que han comprendido, que el mundo en ella contenido es mucho más potente que millones de bombas nucleares.

El átomo de ella sale. Y de ella nació la libertad. La que te permite escapar todos los días de la jaula. Por más cotidiana que se haya vuelto tu vida. La mente practica y sabe que su poder es inconmensurable. No es subestimable. No puede ser encerrada. No puede ser aniquilada, porque sobrevive entre los demás. Una idea es ejemplar, es parte de sus productos. No muere con el indulto, no deja de caminar este mundo.

La paz en un minuto, se logra. Si la mente recobra los cabales reales de una vida.

Sólo hay una medida, la dada por el silencio. En esa pausa no hay secretos, allí la mente descansa. O se atrapa en su propia trampa.

Silenciar el alma. Aquietar el cuerpo.

Y la mente queda en silencio.

Mientras su poder continúa la obra, de Dios.









jueves, 25 de octubre de 2012

El destino está escrito, pero no entiendo la letra.



 

Se ve que hay algo de todo esto que nunca entendí. Dicen que el destino está escrito, pero no entiendo la letra. A veces pareciera que sí, pero pronto me doy cuenta lo equivocado que estaba. Será que la lluvia empapa las hojas escritas con una tinta extraña. Que se borra a simple vista.

Que gracioso pensar que ya está todo escrito. Y sólo soy un personaje de ficción tratando de actuar en su mejor obra, un espectáculo que otro escribió y no me consultó para nada. Algunos actores intervienen en el texto, a mi no me dejan ni abrir la boca. Será que lo puedo arruinar todo, o simplemente debo remitirme a la vida, mientras otro ya me ha escrito.
En algún momento sentí una carcajada a mis espaldas. Pensé que era el escritor que se burlaba un poco de mis ganas de improvisar. También escuche muchos insultos y algunas quejas, era el mismo que se reía, pero ahora bufaba de los cambios que le había introducido al libreto. Modificaciones en la escena, por algunas malditas decisiones que ni él ni yo entendemos. Alguien debe haber sido co-autor y no nos habían avisado. Firma como “el amor” y su sobrenombre es “sentimientos”. A ese si que no lo entiendo, pero no es una gran novedad. Si no puedo leer la letra de mis textos, mucho menos podré leer los sentimientos que el amor ha escrito. Con sabias letras de imprenta.
Dicen que escribe ciencia ficción. Cosas que en la realidad nunca suceden.

Tiene picos de raiting, debe ser el éxito que lo acompaña. Pero su maldad está en la fama, de esas que no se encuentran, pues las estrellas famosas nunca caminan como uno por la calle. ¿Será que pasa con disfraces por mis propias narices y no me doy cuenta? Esto se lo escribo a una amiga, que tiene peor letra que la mía y nunca entiende ni una palabra. Sé que le han leído, pero igual no ha comprendido cómo son las cosas.

El destino está escrito y no entiendo sus palabras. Escribe con letras distintas y una más torcida que la otra. Empieza con mayúsculas prometiendo una gran obra. Y con los años que transcurren el renglón ya no le alcanza, o las letras se han caído. Debe haber sido el tiempo, que no sabe detenerse nunca. Hasta que no llega al final y todas las cosas terminan. Las subidas y sus caídas coinciden con mis visitas a los muchos estados de ánimo. Una línea intenta circunscribir mi vida a una recta. Que no puede ser aunque lo intenta. Con un principio y su final.

A vos te digo, que estás leyendo. ¿Entiendes algo de esa letra?

Allí están todas tus respuestas. No te sientas analfabeto.
Es un idioma obsoleto, plagado de trampas e intrigas.

El destino está escrito. Me he dormido leyendo.

No te duermas en el camino, ni pases la página antes de tiempo. Las hojas que han pasado no volverán. Y puede llegar el final sin que hayas entendido mucho.

Déjate llevar por tus sentimientos, te conservan el pulso y el corazón latiendo. No te dejes atrapar por el amor, sólo déjate caer en esos brazos cuyas manos saben escribir en las hojas nuevas.

Las del comienzo.











domingo, 21 de octubre de 2012

Un amanecer. El vuelo se ha iniciado.




Las primeras gotas del sol, salpican tus ojos con una mirada. El rocío de tus noches inunda con pasiones los bordes del alma. Los primeros rayos anuncian la iniciación de un vuelo; el comienzo del mañana. Todo principio sólo es el fin de una etapa; las noches y sus sombras se fueron a dormir en el refugio de tus brazos, de donde nunca debieron salir.

Son tiempos de transformaciones. Son momentos de intensa vitalidad. La duda aún se pasea entre nosotros. Los miedos siguen aullando prisioneros de sus propias virtudes. Tus ojos acostumbrados a la noche, duelen al mirarme a la cara. Son los rayos de una nueva luz, los que mojan tus pies mientras suben hasta tu espalda. Por detrás suyo, las sombras se pierden en el camino; por delante de ti un nuevo sol despeja el cielo, tu próximo destino.

Ondulante y petulante; sórdida e inocente. El mar acaricia tus manos cuando te arrodillas a acariciarle. La inmensidad te rinde pleitesía. Ceremoniales y protocolos se juegan en las nubes de los cielos. Una infancia que se aleja triste; una sirena que despliega sus alas.

En el horizonte las cosas se ven lejos. En tu presente solo te veo en un espejo. Que con esfuerzos apenas alcanza a darte lo que puede de un reflejo. Tu rostro en el mar se funde. Un espejo a tu medida. Profundo, eterno y en movimiento. Así será tu vuelo en el amanecer de los espejos. Infinito como sus imágenes. Sereno, puro y sincero.

Aún se observan a lo lejos, resabios austeros de viejos modelos. En este mundo los llamamos miedos, desde lo alto, son sólo amigos pasajeros. La jaula se está abriendo, las prisiones ya no son un peso. Sólo cielos repetitivos, con cada vez menos tiempo.

Un viejo maestro me ha enseñado. Que en el vuelo nunca debe mirarse atrás. Sólo los extremos de tus alas son el límite, lo ajeno. Rodeada de hipocresías viviste, llena de grandes misterios. Dolores, heridas y sangre. Agua de tu costado fluyendo. Una cruz quiso marcar tu camino; pero nunca podría interrumpir tu vuelo.

Lejos de toda estructura; aún viven tus sueños. Aquí, mientras tanto, todos brindamos por las noches sin consuelo. Un camino de Consciencias, en busca de lo pleno. Sólo quien amplía la mirada, merecerá contemplar lo eterno.

Ya antes te pedí coraje, hoy sólo te contemplo. Las llamadas a un teléfono sordo sólo son ganas de compartir un vuelo. La pluma en el contestador escucha la ausencia de sus sueños. Entonces sólo se pregunta si esa mujer estará en vuelo. Mira lejos hacia el cielo, su mirada no alcanza, debes volar lejos. Pero su corazón late, ¡es verdad! Estás en vuelo. Donde el sol te acompaña y mira con ojos ingenuos, mientras las lágrimas se funden en un mar completo, de soledades y alegrías de verte tan llena del cielo. Orgullosos te siguen los bordes del desfiladero, que ya no atormentan a tus pasos con una amenaza embriagada de pasiones y desconsuelos. El calor solo te abraza, como esas sábanas que luchan contra el frío de los inviernos, impotentes soldados, peones sin tablero. Inocentes que buscan acallar la alegría de ese corazón, el tuyo. Lo nuestro.

Las brisas se acurrucan sobre las olas. Pequeñas contemplando a esa hermosa sirena, que deja atrás su pasado en las profundidades, y se refugia en las plumas del despliegue, de sus alas, en  las manos de sol saliendo. Le diste luz a la luz, fuego al incendio, paz a la paloma, amor a todos ellos. Las cadenas ya te extrañan, no tienen sentido sin tus dedos, que atados a ellas estaban, juntos y solos en un desierto.

Los dados ya han marcado. Un número nuevo. Tus pasos ya han saltado, se transforman en consuelo. Para todos los que no se animan, aún al nacimiento. Muchos podrán seguirte, seguro, sin saberlo. Llevas alegría a quienes esperan cada encuentro. No te refugies ni te escondas, en las noches de lágrimas y lamentos. No temas que jamás estarás sola. Solo pide el mejor cielo. Para un amanecer enorme, el del fuego.

Ya se acerca la hora de que el amanecer vaya muriendo. Sólo así dará a luz, al verdadero nacimiento. La mirada de una mujer. Sus alas en pleno vuelo.


A aquella mujer que aún no se anima a emprender el vuelo que tanto ansía.  Para que las alas del corazón se desplieguen en plenitud, amor y eternidad.

Elegí este mundo?



Yo no elegí este mundo, pero mi alma sí. Mi personalidad se pregunta aquello que mi identidad pueda responder. Mi alma es la respuesta que mi yo se interesa por tratar de entender.

Si yo no elegí este mundo ¿qué hago aquí? Si mi yo no determina esas elecciones entonces no soy dueño de casi nada. Las elecciones del alma son las trascendentes, aquellas que se le atribuyen al inconsciente pero que provienen de mucho más profundo. Si esta pregunta fundamental se remite a mi identidad, entonces estaré un poco perdido.

Es claro que por alguna razón estoy acá. Entonces debo haber elegido. Pues nada está determinado en el más allá. Por lo cual, no debo reprocharle nada a nadie. Ser capaz de acordar que la elección remite a una responsabilidad, por más que la quiera evitar. Es una elección mía. Si me pienso como integridad la negación se me escurre de las manos.

Elegí este mundo y no se discute más. No quiero estar cansado para poder pensar las consecuencias que me han traído hasta acá.

Las profundidades dominan las superficies. Las reglas se han hecho de esa manera. Por lo menos en este pequeño mundo que además, dura tan poco. Si piensa que esta vida es una eternidad entonces no se anime a pensar las formas del tiempo del otro lado. Cada segundo es una plenitud, una gota del tiempo. Nuestras agujas del reloj allí marcan el sendero.

Elegí este mundo y ahora no entiendo. Ni las razones ni los motivos. No puedo pensar en las consecuencias y quiero entender las causas de semejante elección. Hecha en otro lado.

Las cosas a la distancia siempre se ven distintas. ¿Será por eso que elegí?

Tampoco está tan mal la elección que hemos realizado. Si pronto todo pasará y estaremos devuelta en el principio. Preparados y casi listos para hacer una nueva elección que nos traiga aquí o nos lleve para otro lado. No es un arrepentimiento y menos una queja. Son ganas de escribir en una tarde lluviosa de domingo, mientras unos se divierten y otros encuentran el camino de regreso. Yo me pregunto por esto. Y trato de llevarlos más allá. Es la esperanza, es la lealtad.

Me hago cargo de lo que he elegido.


Yo no elegí este mundo, pero mi alma sí. Mi personalidad se pregunta aquello que mi identidad pueda responder. Mi alma es la respuesta que mi yo se interesa por tratar de entender.

Si yo no elegí este mundo ¿qué hago aquí? Si mi yo no determina esas elecciones entonces no soy dueño de casi nada. Las elecciones del alma son las trascendentes, aquellas que se le atribuyen al inconsciente pero que provienen de mucho más profundo. Si esta pregunta fundamental se remite a mi identidad, entonces estaré un poco perdido.

Es claro que por alguna razón estoy acá. Entonces debo haber elegido. Pues nada está determinado en el más allá. Por lo cual, no debo reprocharle nada a nadie. Ser capaz de acordar que la elección remite a una responsabilidad, por más que la quiera evitar. Es una elección mía. Si me pienso como integridad la negación se me escurre de las manos.

Elegí este mundo y no se discute más. No quiero estar cansado para poder pensar las consecuencias que me han traído hasta acá.

Las profundidades dominan las superficies. Las reglas se han hecho de esa manera. Por lo menos en este pequeño mundo que además, dura tan poco. Si piensa que esta vida es una eternidad entonces no se anime a pensar las formas del tiempo del otro lado. Cada segundo es una plenitud, una gota del tiempo. Nuestras agujas del reloj allí marcan el sendero.

Elegí este mundo y ahora no entiendo. Ni las razones ni los motivos. No puedo pensar en las consecuencias y quiero entender las causas de semejante elección. Hecha en otro lado.

Las cosas a la distancia siempre se ven distintas. ¿Será por eso que elegí?

Tampoco está tan mal la elección que hemos realizado. Si pronto todo pasará y estaremos devuelta en el principio. Preparados y casi listos para hacer una nueva elección que nos traiga aquí o nos lleve para otro lado. No es un arrepentimiento y menos una queja. Son ganas de escribir en una tarde lluviosa de domingo, mientras unos se divierten y otros encuentran el camino de regreso. Yo me pregunto por esto. Y trato de llevarlos más allá. Es la esperanza, es la lealtad.

Me hago cargo de lo que he elegido.









domingo, 14 de octubre de 2012

Hacia dónde vamos??




Una de las preguntas más difíciles de responder, tal vez la más importante que uno se pueda preguntar, pues marca el sentido, le da un rumbo a la vida, una dimensión y su magnitud. Si el destino no tiene importancia, o es menos de lo que uno esperaba, el valor de la vida se acaba, en ese mismo instante.

Todos queremos saber hacia donde vamos, y en lo posible que ese lugar sea lo más elevado e importante posible. Muchos pueden creer que su vida tiene una gran misión y el futuro más alto de todos, ellos son los que caerán cuando se den cuenta que el “más allá” está muy cerca.

Es como la pregunta por el comienzo. Es como la línea del horizonte. Es la esperanza de la vida, la salida de lo cotidiano, el escape de la rutina. El sueño de los más pobres de alma. El desafío de los aventureros. La pesadilla del impaciente. El motivo de la ansiedad. Su valor y su motivo.

¿El hombre puede vivir sin saber a dónde va?

La gran mentira puede llevarlo a la desesperanza.

Nadie nos asegura hoy que la idea del “más allá” no sea una más de las corrupciones de otros siglos. Sin embargo, no hay forma de pensar que esto se acabe aquí. No tiene sentido tanta obra para nada. ¿No es verdad? No puede ser que alguien o algo se haya encargado de semejante equilibrio y dinamismo para sólo hacernos pasar una temporada en este mundo. ¿Será ese el sentido? El ir más allá es una mera cuestión de ambición humana que muere de desesperanza si no tiene un rumbo.

Una rueda. Un círculo. No hay principio. No hay final.

Entonces, ¿todo vuelve a empezar? No, pues nunca ha terminado.

La concepción de encierro, la idea de una circularidad que torna todo repetitivo es la peor de las pesadillas de una humanidad que busca desesperada una salida. Creer que el tránsito por este mundo es temporal, ha acelerado los tiempos y los ritmos excéntricos se sostienen en una futilidad, basada en el escape. De sólo pensar que más allá se vuelve a empezar, en otra vuelta. El espiral, es una manera más de arruinarle esta leída. No quiero molestarlo más, pero piense un poco en el tiempo y verá qué poco dura cada segundo y cuántas cosas han sucedido.

¿Algo que ver con el “más allá”?

Demasiado pronto para saberlo. Sólo recuerde que si piensa en el comienzo no llegará al final.

Si usted esta “acá” no podrá ser usted “más allá”.



 




De dónde venimos???




La gran pregunta. El gran misterio cuya respuesta anularía las peores fantasías y podría acallar los enormes miedos del hombre por su origen y su destino. Se supone que saber de dónde venimos ayudaría a entender hacia dónde vamos, pero lamento desilusionarlos tan pronto; una respuesta no tiene nada que ver con la otra pregunta. Saber de dónde salgo cuando hago un viaje no es saber que voy al mismo lugar, pues el punto de partida no necesariamente es el mismo que el de llegada.

Para eso es que escribo este artículo. Para arruinarle las esperanzas y posiblemente incrementarle las angustias cuando se de cuenta que una de las preguntas fundamentales sólo nos lanza a las demás preguntas existenciales. Un salto al abismo. Un trampolín hacia ningún lado.

¿De dónde venimos? ¿Será la pregunta por el origen? Saber que venimos de un lugar en particular no creo que sea saber cual es nuestro origen. No sabemos de qué estamos hechos, ni sabremos nunca si la chispa divina nos pertenece, si somos una esquirla o un pedazo desprendido. Algo si es claro, no venimos de este planeta, no salimos de la tierra ni crecimos en el suelo. No nos trae la cigüeña ni salimos de un repollo. La combinación del espermatozoide con el óvulo y las disidencias aún presentes para establecer el momento en que se establece la vida impiden saber y explicar, por lo tanto entender, que venimos de ahí. ¿Entonces? Venimos del más allá, que puede estar más acá de lo que uno cree, pero bueno, aún nos manejamos con dimensiones y somos bastante lineales.

Hay algo que sucede en un instante determinado. En ese momento preciso es cuando se hace presente la vida. Y así mismo desaparece. En el último respiro, en el primer latido del corazón de ese bebé, se conocen el principio y el final de esta vida. Pero no son, lamentablemente, ni el origen ni el destino. No explican a dónde vamos ni de dónde venimos. Sólo marcan dos momentos en una línea trazada en otro lugar, y que no es una sucesión de puntos. ¿Uno junto al otro? Ya no es una línea recta, pues en la sucesión no tienen por que estar uno al lado del otro para la derecha o para la izquierda.

¿Le mezclé las cuestiones?

Perdóneme, en este largo camino de entender de dónde venimos uno pierde la línea directriz. Como las dimensiones comienzan a saltar y todas se cruzan con todas en cada uno de los puntos, es que parece enredada la cuestión, allí donde estamos echando una luz de esperanza.

Volviendo al punto de discusión. Si no somos de aquí entonces somos extraterrestres. Una mala palabra, mucho más si queda involucrada en un artículo de psicología. Pero la disertación hasta aquí me ha traído, y no se si podré volver. Algo es cierto, esa chispa que le da al cuerpo su vida no proviene del hombre pero si le pertenece. En esa conjunción se produce la innovación, ese milagro irreproducible. Donde uno es “eso” y comienza la vida.
Venimos de allá y vamos para otro lado. La vida no es circular, es un tránsito. Entonces de dónde venimos no siempre es el punto de origen, ni su pregunta es la fundamental.

De dónde venimos es una pregunta de tránsito y sólo ilumina un eslabón más de la larga cadena de la vida, a lo largo de los millones de años luz de su existencia.

Una pregunta existencial que no aporta demasiado a la existencia.







viernes, 12 de octubre de 2012

Soy. El eco de mis memorias.


Allí donde el Yo cree ser, no hay nada. No es nadie. Es sólo el eco de sus memorias. No hay representaciones propias, el yo es lo que los demás son, lo que ellos lo dejan ser, lo que se dice de él. Y ni siquiera recuerda lo que era. Sólo le llega el eco. Ese sonido que se repite a través del tiempo, pero que ya no es ni siquiera el sonido original. Su repetición golpeando las montañas del tiempo se abre paso hacia el presente.

No es un ataque a la identidad, es un intento de desmitificar la permanencia y el valor de los recuerdos. El yo recuerda lo que cree necesario, compensa los baches faltantes de la memoria, acomoda y rellena los agujeros que el tiempo le ha producido. La erosión de las experiencias vividas solo deja una playa plagada de escenas, eslabones y restos de lo que ha sucedido. Es lo que constituye y conforma. A partir de allí el Yo arma, según su estilo (que tampoco le pertenece) una identidad, una apropiación que le dará un hilo conductor al tiempo. Para permanecer. Para transcurrir. Para olvidar. Pues el eco de las memorias habla de lo que soy. Y no soy.

Esos recuerdos que llegan al Yo son ecos. Escenas contadas que se van deformando. El yo necesita de la permanencia para encontrarse. Para aferrarse a la vida. No entiende que él es lo que puede ser en este instante. No existe la memoria y el eco es un engaño de la realidad. Es una mentira que el yo es quien se encuentra en el espejo o es como los demás han contado, ni siquiera lo que hoy en día le reflejan. Son palabras que llegan a sus oídos, son versiones de cada uno que las unifica en un mosaico de representaciones para formar un “ser”. Pues no tolera la idea de que en el fondo no hay núcleo. En el centro del Yo no hay nada. Como en los sueños, el Yo es un collage de retazos, esquirlas, restos de escenas que la lógica y la vida diurna demanda enlazar con coherencia para poder sobrevivir al intenso vacío que es el Yo mismo.

Esos recuerdos ni siquiera están unidos. Jamás se tocan entre sí. No son secuenciados, ni siguen un orden lógico. Ni se ven parecidos. Edades distintas, momentos alternados, salpicados. Entonces el Yo constituye su propia realidad desde la nada. Surge el “eco”. No es el sonido original pero se oye como tal. Permanece rebotando en la eternidad y permite que todos hablen de él. Es doloroso pensar que nos reducimos a un eco, sin embargo tranquiliza saber que gracias a eso, seguimos perdurando en la Historia, en tanto que de otra manera los recursos del Yo se hubieran agotado a penas empezar la vida.

Ese eco se fusiona con todos los anteriores. Los antepasados hablan y la Historia si es una escena contínua. Por eso el Yo es quien necesita diferenciarse e individualizarse. Soy y debo agradecerlo. Aunque mirar para atrás ponga en duda mi existencia. Mirar para adelante también así lo demuestra. Mis huellas ya aparecen en el camino antes de haber dado aquellos pasos. Es posible. Es así. El eco va adelante del Yo, haciendo historia. La que se caminará.

El eco no permite escuchar otras voces. Hay otras posibilidades. Millones de posibilidades para ser. De otras maneras. Alternativas. Pero debe escuchar a otra voz. Y salirse del eco. Dejar de preocuparse por ser quien debe, según la memoria le tienta, y animarse a ver una realidad que siempre se recuerda. Es decir, el yo recuerda lo que es. Sin mirar hacia atrás. Debe recordarse a cada instante. Se ha olvidado lo que es. Y se guía por un eco sórdido que lo deja a ciegas.

Si usted quiere ser, según sus posibilidades, olvídese de lo que fue. No se deje engañar por el eco de la memoria. Todo lo que fue es mentira. Irrealidad. Pasado. Tiempo y por ende, engaño.

Escuche… verá que en ese sonido comienza a ser usted.

Sus memorias son el eco de lo que pudo ser. Y no fue. Piense… ahora piénselo de otra manera. Correrse del mismo lugar es la manera de interrumpir el eco. Lo que uno puede ser excede en mucho lo que uno es. Por no recordarlo. Se lo ha olvidado de tanto escuchar las demás voces, las de otros, las del tiempo y en especial el pasado que quiere ser el protagonista de su presente. La memoria sólo quiere que no se olviden de ella. El eco quiere perdurar. Y el ser se queda callado. El sonido que se repite no puede vivir si uno no está allí para escucharlo. Los recuerdos no son eternos, son simples y pequeños granos de arena. La playa no es sólo arena. Es mar, cielo. Un todo. El ser es lo que allí falta.

Soy… y quiero ser. Sin tiempo.

El Yo. Más que uno


En el Yo se concentran miles de años transcurridos, aprendidos, padecidos y reconocidos. Una Historia es más que una historia. En uno se funden la de los demás que han pasado por allí. Eso es el Yo. En él más que él mismo. Se cree que el individualismo es posible, que la identidad es sólo de uno y no hay nada más allí. Se teme a la soledad, cuando en realidad es una imposibilidad absoluta. En uno conviven y coexisten muchos, que están y que ya se han ido.

 El Yo es más que uno. Es esos miles que en forma piramidal se van circunscribiendo y terminan siendo el círculo más íntimo de una persona. Su entorno es parte del Yo, tanto como el yo es parte del entorno. Entonces las visiones se multiplican a la hora de revisar los aspectos de uno. Es tiempo de empezar a considerar las dimensiones paralelas y perpendiculares que hacen punto en el yo. Porque de eso se trata, el yo termina siendo la concentración del todo en un punto, ese y no otro. Un punto con vida propia y totalmente distinto a los demás. Nunca la cadena termina en el mismo eslabón. Nunca será la misma. En ese lugar, en ese tiempo, con esa historia.

 El Yo es Historia, es tiempo. Es la concentración y el único punto del universo donde el pasado, el presente y el futuro se encuentran y son lo mismo. Forman una unidad que da particularidad e individualidad, a la vez que hay pertenencia e identidad. Pues algo permanece mientras todo transcurre y continúa. Eso es el Yo. Es esa posibilidad. Por eso es crucial y casi indefinible, en tanto esa definición es, temporal e instantánea, una fotografía en medio de una película. Un film que no termina hasta que no haya desaparecido el último.

El Yo es sus circunstancias. En el más que uno. Por ello la proyección es el mecanismo social por excelencia. Las partes del Yo se expulsan formando un arco hegeliano, una dialéctica de intercambio, que se consolida en una alimentación parcializada de los aspectos de cada uno de los yoes intervinientes. El medio, las circunstancias conservan mucha relación con el yo, por eso siempre a uno le pasa lo que tiene que pasarle, más allá de lograr saber o llegar a entender. Psíquicamente, energéticamente y físicamente esto se comprueba. Einstein logró descifrar en su Teoría de la Relatividad que las paralelas que se cruzan en el mismo punto son muchas mas que 4, desde allí planteó la idea de que las dimensiones son muchas más que las conocidas. Desde acá agregamos que las posibilidades de conocerlas requieren de órganos sensoriales nuevos, o sea, nuevas formas de captar y percibir esas dimensiones que aún parecen estar fuera del alcance lógico de una mente racionalmente limitada. En esas dimensiones se encuentran los demás aspectos del yo, que intervienen al mismo tiempo y con sus formas propias. Al igual que el Yo conocido, el que permanece en las demás dimensiones actúa, participa. En esos pliegues se encuentran el yo de la historia, el Yo histórico (que no es igual al anterior), el que vemos en el otro, del que escapamos a través de los miedos, con el que nos peleamos a través del enemigo, el que muere con los seres queridos y el que nacerá cuando empezamos a soñar con los hijos. En esos pliegues, las sombras no existen. Son vueltas, reversos e inversos. Idas sin vuelta. Y no es por ser reiterativo, pero en ese yo los demás son.

El Yo es una dimensión física. Y cuántica. Es un concepto vivo, cuya existencia nos excede, más allá del narcisismo. El yo, la persona y el sujeto no hablan de lo mismo. Ni siquiera al decir “yo” y señalarse el centro del plexo (o el tórax) uno sabe de quién está hablando. En ese lugar existen todos los que alguna vez pasaron por allí. Ese es el lugar físico de la concentración. Donde el Yo es más aún. Pero tampoco somos una masa unificada bajo el concepto. Es más que el todo y la parte. Fuera de ello, pues la nada queda incluida también. Sino el yo no sería.

En definitiva, allí donde se plantea que el yo es más que uno, es donde se encuentra en el Yo a la Nada. Su pura y absoluta posibilidad.

Si usted quiere ser… vea y sienta lo que no es. Y ese será su camino.