sábado, 7 de enero de 2012

La plenitud del adolescente. La envidia del adulto.

La plenitud del adolescente.
La envidia del adulto.

Escrito por Juan Cruz Cúneo.
Licenciado en Psicología.

La plenitud del adolescente es todo un tema para el adulto. Casi diría que es  todo un problema. Porque le recuerda que el tiempo se le pasó, la muestra que hay cosas que van quedando en el pasado, o deberían quedar allí. Y se ve en el espejo de la abundancia, de las ganas, del “todo por delante” y se enoja. Y lo reprende, lo limita y lo frena; en vez de aceptar las cosas como son y dejarlo vivir. Que su plenitud no sea un problema.

¿Qué le pasa al adulto? Antes que nada se olvidó. Se olvidó que fue un adolescente en algún momento y que, ahora, este hombre grande y serio no es más que la evolución (para bien o para mal) de aquel adolescente. Entonces, ¿por qué no dejarlos ser? Porque le reflejan lo que ha perdido. No solo en la pre-adolescencia empiezan los duelos, también el adulto tiene que hacer sus duelos, la pérdida de sus libertades y de sus irresponsabilidades, por más que los padres se encargan de saturar el sistema insistiendo con el colegio y las demás cuestiones.

El adulto sabe lo que le pasa, pero no lo tolera. Y necesita reafirmar los estandartes en donde sostiene su “adultez” para esconder lo poco convencido que está del lugar que tiene que ocupar, por una sociedad que lo presiona a lograr esos objetivos que no le convencen. Pero sin los cuales, se supone que no será aceptado como “maduro”. Entonces, apela al autoritarismo, busca la imposición en vez de los argumentos, encuentra maneras de limitar la vida satisfactoria del adolescente que lo único que quiere es disfrutar de sus salidas y sus amigos, de dormir la siesta, de no hacer nada, ya que aún puede.

La clave para que todo funcione es brindarle al adolescente las herramientas necesarias para que vuele, para que sea pleno y pueda terminar de encontrarse a sí mismo, y desde allí construir su lugar en el mundo. Un mundo que lo espera con todas las presiones y las exigencias, junto a todas las tentaciones y las promesas que no se van a cumplir. Y se tendrá que curtir, porque tendrá que aprender las reglas de una sociedad que lo intenta insertar en sus reglas. Cuadriculadas.

Reglas que se encarnan en ese adulto, que antes era un adolescente cualquiera. Y ahora se encarga de transmitir esas reglas, en nombre de una sociedad que no se despierta ni se abre frente a la adolescencia. Por eso, ellos necesitan encontrar otro lugar de pertenencia. Por eso es que el adulto, expulsa al adolescente hacia afuera, hacia los márgenes externos de la sociedad.

Por envidia.

Por sus propios fracasos. Y sus propias debilidades.

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