El estigma del adolescente.
La mirada del adulto.
Escrito por Juan Cruz Cúneo.
Licenciado en Psicología.
La adolescencia es difícil en sí misma, como para que se le agregue la mirada de rechazo del adulto. Y mucho menos que esa mirada se convierta en un estigma, en una carga, cuando en realidad debieran ser orientados, guiados en el transcurso de esos tiempos tan revolucionarios, tan complejos y tan importantes.
Cada vez más se encasilla al adolescente como un rebelde sin causa y sin sentido. Un error muy conveniente para el adulto que ya ha perdido esos hermosos tiempos de crecimiento, y al que le pesa ahora la responsabilidad de encaminar su vida y construirla. Un error muy pertinente ya que lo “autoriza” al adulto para poner límites e imponer su autoridad, practicar en el ejercicio de su adultez, pero a costa de ellos, sus hijos adolescentes.
Si nadie les enseña a ser padres, mucho menos les enseñan a ser padres de adolescentes. Y lamentablemente nos estamos acostumbrando a pensar que desarrollamos enemigos en nuestra propia casa. Se habla de control, de seguimiento, de revisarles los celulares y las computadoras, de saber con quién anda y a dónde va. ¿Así los hemos criado? ¿No es un error propio si somos nosotros los que desconfiamos de la obra que hicimos? La desconfianza en ellos, habla de la desconfianza propia. Las inseguridades que se refuerzan con los controles y el autoritarismo reflejan los miedos a nosotros mismos, por creer que no somos capaces de guiarlos en este transe. Y lo hacemos aún más difícil.
Los vamos perdiendo así. Nos vamos cruzando, nosotros, de vereda. Y los empezamos a mirar con duda, con bronca, con recelo. Piensan, muchos padres, que ellos los están atacando cuando le cuestionan un “no”, una orden o algún comentario. Ellos se están formando, están generando su propia opinión, su propia visión del mundo. ¿Tanto le duele al adulto ver la diferencia? No es humillante estar equivocado frente a un hijo, debería ser un orgullo que él nos muestre el error, significa que lo estamos educando bien, que lo hemos formado capaz de darse cuenta de las cosas, aún siendo las de sus padres. Sin embargo, la mayoría ve la confrontación, tantos ven la pelea y se alejan de sus hijos. Cuando ellos más los necesitan.
Se escucha seguido a muchos padres quejarse de las mentiras de sus hijos adolescentes, sabiendo que ellos también mienten. Se los escucha hablar de la violencia y las malas respuestas, que ellos también generan. Y de los vicios, puro reflejo de lo aprendido. Debemos hacernos cargo y plantearnos con sinceridad si la mirada está siendo clara o sufre de distorsiones personales. Narcisismos aparte para ser objetivos y entender que es nuestro hijo al que estamos estigmatizando.
El adolescente ya tiene mucho con su etapa, sus cambios físicos, emocionales y mentales. No hace falta que le agreguemos el peso de la sociedad, cuando aún no es un adulto. Y no tenemos derecho a limitar su crecimiento social e intelectual porque no estamos de acuerdo con sus intereses.
La solución es simple.
Recuérdese cuando era adolescente.
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