jueves, 28 de febrero de 2013

Estar siempre disponible. Un gran error.




Puede ser uno de los mayores errores que se cometan en la pareja. Estar siempre disponible. Un error unilateral, por lo menos esa es la sensación más común y la queja más frecuente que se escucha. ¿Es para tanto? ¿Por qué les molesta a los demás que uno esté siempre dispuesto? Será que se asfixia el deseo y otro necesita un espacio determinado para desplegar su falta. Aunque también es cierto, que después reclaman a la menor desaparición o ausencia. Un juego histérico sostenido de ambos extremos de una dualidad, permitida. Estar y no-estar.

La disponibilidad suele confundirse con la presencia. Y el deseo de uno queda pisoteado o desestimado. Será que la gente no está acostumbrada a que alguien tenga tantas ganas de estar y compartir. Puede ser que no estemos preparados para eso y asuste en algún punto. La compañía de una persona es muy valiosa y no siempre asociada a los problemas o conflictos. Uno puede estar sin que haya una razón de peso o dolorosa, sino porque tenga ganas y lo disfrute. Sin embargo, suena raro. Les es difícil de manejar y muchas veces es una carga. Como si se sintieran obligados a responder y no puedan comprender que esa es la simple razón, de estar. Las ganas y el disfrute.

El error está en la interpretación y en las formas. La disponibilidad es un obstáculo cuando se ha dejado la propia vida de lado y uno se dedica sólo a la ajena. Allí comienzan las cargas y la asfixia es inminente. Una sofocación y la sensación de invasión rompen cualquier vínculo. No se dan cuenta, pero ese es el error. No vivir las propias experiencias. Pero no es posible confundir disponibilidad y presencia, pues la calidad del espacio es muy distinta, las intensidades y la naturaleza. La posibilidad de despertar en el otro esas extrañas sensaciones de gratificación y comodidad, sólo se pueden lograr desde una vida entera. Se quiere vivir con el otro, pero desde la conformación de una relación basada en dos mundos. Si se forma uno sólo, allí se cae en el error, y la disponibilidad ya es fusión, la que conlleva a una absolución de ambas vidas.

Hace que una relación entre en coma, y las emociones llevan a incrementar la asfixia. La falta de tolerancia en ambas personas complica en demasía la situación, uno por desesperación y el otro por hartazgo. Lejos está la disponibilidad absoluta de llevar a la satisfacción dentro de los vínculos, pues al no generarse la ausencia, los espacios del deseo desaparecen. Quedan reducidos al mínimo y eso sofoca; la paciencia no alcanza a mitigar el daño producido, pues no es área de su incumbencia y el dolor comienza a incrementarse. Las broncas y los conflictos antes resueltos afloran por debajo del suelo, como muertos que vuelven a la vida. Y uno se extraña. Ya los cimientos han desaparecido. Una relación se construye desde la presencia, sin la disponibilidad. Nadie debe hacerle el favor al otro de dejar sus cosas para estar “disponible”, pues el reclamo se esconde debajo de la manga. Una carta que viene afilada y con aires de abandonos no resueltos. Olvidados. De otros que no han estado dispuestos.

La disponibilidad no lleva jamás a la satisfacción. Lleva en sus entrañas la sangre de la desvalorización y la descalificación en cada acto. Y uno pierde mucho. Al poner un maso completo en un juego que no debe ser vivido en estas condiciones. Una relación se basa en las elecciones que se hacen entre ambas personas. No es una rivalidad ni una competencia, no debe ser una guerra y mucho menos dormir con el enemigo en la misma cama.

Una relación debería ser el producto y la unión de dos personas que quieren compartir, las ganas de recorrer un mundo plagado de emociones y de satisfacciones, por todos lados.

¿Para qué cometer esos errores?. Revise sus disponibilidades, y vea dónde las ha dejado. Me parece que se dará cuenta, que se ha olvidado de algo…

O de alguien… y no mire para el costado.







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